Superado el primer shock que supuso para todos la pandemia de Covid-19 en el aspecto sanitario, con miles de muertos y servicios hospitalarios desbordados, llega el momento de hacerle frente a las consecuencias que las medidas adoptadas para frenar la pandemia tendrán sobre la sociedad, sus gentes y sus economías.
Todas las previsiones, con una triste unanimidad, coinciden en que nos enfrentamos a consecuencias nunca antes vividas. Lo que hará necesarias soluciones que escapan a la capacidad de un Gobierno, haciendo, más necesaria que nunca, la unión y coordinación en las medidas que cada uno de los Estados vayamos adoptando dentro de la economía mundial, pero, muy especialmente, de una Unión Europea que ha dejado ver una parte muy importante de sus profundas diferencias desde los primeros momentos de esta crisis.
Sin duda alguna, toda esta situación acabará teniendo consecuencias sobre el consumo. También sobre el de un sector tan conservador como es el del vino. Su alcance está por determinar, pero en estos dos primeros meses ya hemos tenido la oportunidad de evidenciar que apuestas decidas por el comercio online (que tanto se resistían) se han convertido, en un abrir y cerrar de ojos, en una realidad. Algo, sin ninguna duda, muy positivo y cuyas consecuencias sobre el comercio mundial, sus trabas arancelarias y su forma de operar está todavía por ver, pero, que, sin duda, ha venido para quedarse.
Tampoco están muy claras cuáles serán las consecuencias que sobre el consumo mundial acabará teniendo, sus canales de venta, tamaño de los envases, precios de los productos, tiendas de proximidad… muchas cuestiones que, a buen seguro, se van a ver afectadas por esta situación a la que el sector debería estar adaptándose ya, previendo posibles escenarios que representan una excelente oportunidad para nuestras bodegas.
La cruz de esto es que, para poder tomar esta iniciativa, además de la imaginación, son necesarios recursos. Unos medios escasos y fuertemente diezmados que vienen a comprar mucho el futuro de un gran número de nuestras más de cuatro mil bodegas. Pero lo más positivo de todo es que esa oportunidad está ahí, y que deberíamos aprovecharla para conseguir romper, de una vez, con ese penoso mantra de la relación calidad/precio para situarnos en la franja de valor que por calidad nos corresponde.
Aunque la realidad de los hechos nos devuelva a un escenario en el que las decisiones tardan en tomarse, la escasez de los recursos económicos que debieran prevenir del Ministerio acaban dando con ellas al traste y la miseria provocada por los desplomes de los mercados, engullendo ilusiones y minando nuestro futuro.