Es difícil hacer un pronóstico sobre cuáles puedan acabar siendo las consecuencias que la declaración de pandemia por el Covid-19 pueda acabar teniendo en nuestro sector. Sabemos que a nivel sanitario ha llevado a nuestro Gobierno a declarar el estado de alarma y, con él, el confinamiento de las personas. Que los supermercados se han visto “asaltados” y muchos productos básicos arrasados, poniendo en evidencia el comportamiento más deleznable del ser humano. O que las empresas hemos tenido que ponernos las pilas a marchas forzadas con las nuevas tecnologías, convirtiendo el teletrabajo en la menos mala de las formas de mantener una actividad productiva que se verá fuertemente afectada y cuyas consecuencias auguran tiempos muy difíciles para todas las economías del mundo.
Pero también ha puesto en evidencia la solidaridad de mucha gente, que no ha dudado en trabajar hasta límites insospechados por hacer de esta situación lo más llevadera posible y hacerle frente a la enfermedad con el menor daño.
Durante muchos años hemos venido discutiendo sobre las verdaderas razones por las que el consumo de vino ha descendido a las tasas a las que lo ha hecho en los países tradicionales, señalando a su cambio de consideración de un producto alimenticio, a un bien de lujo, como el verdadero motivo de esta disminución.
Lamentablemente, la llegada de una pandemia y la declaración del estado de alarma han puesto en evidencia la verdadera importancia que para los consumidores tiene cada producto. Según un estudio hecho público el pasado viernes 13 de marzo por la plataforma de datos de compra del consumidor Gelt, el vino incrementó sus ventas un 41,9% convirtiéndose, solo después de la leche en polvo (173%) y amoniaco (85,7%) en el producto que más lo ha hecho.
A pesar de ello, lo más llamativo de este comportamiento compulsivo de compra, motivado por la necesidad de aislarse de los consumidores, ha sido lo sucedido con el papel higiénico, literalmente arrasado, cuando sus ventas, según este mismo estudio, realizado con el análisis del comportamiento de la cesta de 860.000 hogares, tan solo ha crecido un 8,2%. Sus grandes dimensiones y las imágenes virales que hemos visto, incluso la gran sorpresa que ha provocado este comportamiento entre los expertos, se podrían explicar con el argumento de que su acopio simboliza el control puesto en el orden y la limpieza personal y del hogar frente a la sensación de caos y suciedad.
Y en cambio, ¿por qué las compras de vino no nos han llamado la atención?
Lo cierto es que no he encontrado ningún experto que explique este comportamiento con respecto al vino. Pero es muy posible que, en el fondo, todos nosotros mantengamos en nuestro interior la creencia de que es un alimento que nos ayuda a hacer esta situación de aislamiento más llevadera, mitigando los sentimientos negativos que genera. Al margen de sus cualidades de producto no perecedero que permite su almacenaje más allá de lo que pueda durar esta crisis, al final va a resultar que, efectivamente, en la conciencia colectiva de nuestro pueblo el vino sigue siendo una parte fundamental de su estilo de vida y que su mera presencia en nuestras alacenas representa un sentimiento de seguridad y bienestar del que puede que no seamos conscientes en toda su extensión.
¡Ya que lo tenemos que pasar, que sea de la mejor manera posible!
Pongamos lo máximo posible de nuestra parte por hacer que esta situación sea lo más corta posible y trabajemos por convertir la amenaza que supone para nuestras exportaciones en una gran oportunidad.