El hecho de que las repercusiones que pueda llegar a tener el tema del coronavirus en nuestro sector, especialmente en su vertiente exportadora, estén a años luz de lo que vaya a significar este virus para la economía mundial, o los múltiples efectos que sobre la población y su salud pueda llegar a tener; no significa que no vayamos a padecerlas y que sus consecuencias resulten preocupantes e, incluso, alarmantes para el sector vitivinícola.
Es pronto para saber cuál será el impacto que la confinación de los italianos pueda llegar a tener sobre el comercio y las posibles alternativas que busquen los países receptores a los vinos procedentes del país transalpino. Pero también está por ver cuál será el efecto que en el consumo de un bien, que no es de primera necesidad, tenga este virus Covid-19.
Aun así, es fácil predecir que nada bueno.
La puesta en marcha de una “economía de guerra” en la que las bolsas de todo el mundo se desploman, ante las graves consecuencias que va a tener esta crisis, no puede resultar positivo para nadie. Como así lo corroboran los primeros datos del país donde se originó la enfermedad. Las exportaciones a China durante el año pasado fueron altamente negativas, y no ya tanto porque descendieran un cinco por ciento en el volumen, hasta llegar a 77,7 millones de litros y un 11,8% en valor, cifrándolas en 138 millones de euros; sino porque veníamos de un año, en el que la caída del valor había sido del 17,8%, pero la del volumen de un 46,8%, lo que nos situaban en un escenario que nos obligaba a presentar cifras positivas que marcaran una tendencia de recuperación.
Los motivos que explicarían esta ralentización de nuestras exportaciones al gigante asiático las podríamos encontrar en la falta de definición de nuestro vino en ese mercado, según apunta la Ofecomes de España en Shanghái y que concreta en insuficientes labores de promoción, que tienen como consecuencia el desconocimiento de nuestras regiones u otras cuestiones, mucho más difíciles de solucionar, como son los propios nombres de nuestras variedades y las grandes dificultades que tienen los consumidores chinos para pronunciarlas y recordarlas. Pero confiar en que vayan a quedarse ahí los efectos que sobre este y el resto de países del mundo vaya a tener el Covid-19 durante este año, se aleja mucho de lo que sería predecible. Por lo que no estaría de más ir trabajando sobre un escenario de excedentes y la definición de posibles medidas que nos ayuden a paliar sus efectos.
Lo que ha perjudicado mucho al vino español es que muchos enólogos utilicen variedades francesas no apropiadas para nuestro clima, dejando claro su ignorancia.