Aun cuando la opinión más generalizada (dentro y fuera del sector) es que el futuro de la viticultura es muy prometedor, presentando grandes oportunidades; también, para la mayoría de los expertos será necesario hacer grandes esfuerzos en buscar soluciones innovadoras y creativas con las que adaptarse a un mercado cada vez más global y volátil.
Tradicionalmente, el sector ha luchado por abrirse un hueco en los mercados de proximidad y fidelizar a un cliente cercano, haciendo valer su cultura y tradiciones. La globalización de los mercados, cambios sociales, logísticos, tecnológicos, etc., dieron un giro, que no siempre fue muy bien entendido, con plantaciones masivas de variedades foráneas, la inmensa mayoría de veces poco adaptadas al terreno, y llevaron la vista hacia consumidores lejanos a los que había que explicarles cosas tan sencillas como dónde radicaba el propio origen de esos vinos.
Afortunadamente, en estos momentos parece que estamos asistiendo a una vuelta a lo natural, aumentando notablemente la preocupación por el medio ambiente y todo lo que esté relacionado con una vida más sana. Valores todos ellos identitarios de nuestro sector, si no fuera por el contenido alcohólico que acompaña a nuestros vinos. Y aunque se están realizando exitosas experiencias en reducirlo, no siempre el producto desalcoholizado resultante mantiene el mínimo exigible de respeto al producto original.
Las posibilidades de cara a un futuro medianamente cercano podrían calificarse de innumerables, tanto a nivel mundial para el sector, como a nivel nacional para nuestros vinos y productos derivados. Pero la sociedad ha cambiado. Y, de la misma manera que nos desplazamos al otro lado del mundo con una gran comodidad y velocidad, del mismo modo que acontecimientos históricos que marcaron el cambio de una era se han sucedido en el plazo de apenas unos años; el sector debe trabajar por buscar la forma de hacerlo y, lo que todavía es mucho más importante, comunicarlo.
En una era en la que la información domina la sociedad, no es posible imaginar el desarrollo de un sector, o la simple venta de una botella de vino, sin una adecuada campaña de comunicación que no solo traslade al consumidor aquellos valores que busca, sino que le emocione lo suficiente como para elegir esa y no la marca de al lado. Y todo sabiendo que en la próxima ocasión habrá que volver a convencerlo, porque su fidelidad no existe.
Sin duda la producción de vinos afrancesados utilizando variedades no apropiadas para nuestro clima ha perjudicado mucho el prestigio del vino español y se nota en el bajo consumo interno y una exportación muy inferior a la italiana.