Sin ningún ánimo de entrar en debates que den pábulo a los colectivos negacionistas o alarmistas del cambio climático, cuanto menos hay que reconocer que el “el tiempo está loco”. Las lluvias son escasas, con largos períodos de sequía y, cuando hacen acto de presencia, descargan con fuerza, provocando riadas e inundaciones. Yendo acompañadas, en muchos de los casos, de granizo y aparato eléctrico. Las gotas frías, hoy llamadas Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA), que eran propias de finales del mes de septiembre en el Mediterráneo, se han adelantado casi un mes y afectado al centro de la Península. Todo ello bajo unas temperaturas superiores, batiendo récords históricos de máximas.
Lo que para la maduración del fruto en esta campaña ha estado muy bien, nos ha permitido que el viñedo se desarrollase con más o menos normalidad y con ausencia de focos de enfermedades criptogámicas. Con lo que ello representa de horas de trabajo y costes para el viticultor. Pero, lo que es mucho más importante, ha posibilitado el perfecto estado de sanidad en el que están llegando los racimos a las tolvas de las bodegas.
Así tenemos que en esta campaña todas las previsiones coinciden en señalar la gran calidad de la uva y la menor producción con respecto al año anterior. Y si los porcentajes oscilan ligeramente entre unas y otras organizaciones de las que se comprometen en publicarlos; algunas, como el propio Ministerio, se limitan a las declaraciones de su titular en funciones, dejando caer la cifra de cuarenta millones de hectolitros, sin más precisión ni detalle. Podríamos decir que la horquilla entre los treinta y ocho y los cuarenta y un millones de hectolitros comprendería todas las estimaciones.
Tampoco es que existan muchas diferencias entre los precios pagados por la uva en la pasada campaña y esta. Pues, salvado el primer envite de las uvas destinadas a la elaboración de cava, en el que la entrada en acción de dos grandes multinacionales ha revolucionado el mercado con descensos cercanos al treinta por ciento, bajo la explicación de que necesitan bajar los costes para mejorar la rentabilidad de sus elaborados; lo que va conociéndose para los vinos tranquilos supone el mantenimiento de los del año pasado.
Considerando que cerca de dos tercios de la producción se encuentra en manos de las cooperativas (cuyos precios de liquidación conoceremos el año que viene y estarán relacionados con la capacidad negociadora que hayan tenido en la venta de sus vinos y las diferencias por calidades que establezcan sus asambleas). Que el grado de la uva es entre uno y dos grados superior al obtenido el año pasado, y por lo tanto quienes entreguen su uva por kilogrado verán compensada una gran parte de su merma de producción. Así como el mayor volumen de existencias con el que se iniciaba la campaña en toda Europa, consecuencia directa de la gran producción del pasado año. Podríamos decir que no es un escenario tan nefasto como algunos vaticinaban allá por el mes de junio. Aunque todos reconozcan que es necesario aumentar los precios de las uvas para hacer posible cubrir los costes de producción.
Cuestión que pone el punto negativo a una campaña que podríamos decir roza la perfección: gran calidad, producción controlada y planificación de las tareas de recolección.