Baste con echar una simple mirada a la infografía que acabamos de publicar en nuestra web www.sevi.net con los datos de exportación del primer trimestre del año, para comprobar el peso que tiene Estados Unidos. Segundo país en valor, solo por detrás de Alemania y con el precio medio por litro más alto 3,37 €/l, solo superado por los 4,47 €/l de Suiza y muy por encima de los 1,08 al que lo exportamos de media.
Tampoco sería necesario estudiar mucho para saber que esto no es fruto de la suerte o que se trata de una situación coyuntural. El gran esfuerzo que han hecho todas las bodegas de la UE en ese mercado con importantes inversiones en campañas para afianzar y aumentar su presencia en el que ya es el primer país del mundo en consumo de vino; comienza a dar sus frutos.
Y es precisamente ese exitoso resultado de las grandes cantidades de dinero y esfuerzo que se ha hecho en estos últimos años lo que ha llevado a las bodegas californianas a pedirle al “señor presidente” que suba sus aranceles a los vinos franceses, actualmente de cinco centavos de dólar para los vinos tranquilos y catorce para los espumosos; cuando, según este mismo lobby cifra en 11 y 29 centavos respectivamente los aranceles con los que son gravados sus vinos al llegar a Europa.
El anuncio hace unos días de su intención de presentarse a la reelección en el 2020 manteniendo el slogan “American first” (América primero) y su gran verborrea a la hora de anunciar medidas cuyas consecuencias no acaba de valorar en su justa medida, le han llevado a amenazar con subir los aranceles a la importación de vinos franceses. Sin saber muy bien si no sabe que toda la Unión Europea es un solo origen y lo que quiera imponer a uno de sus miembros lo hace para el resto, o porque lo único que cala en su electorado es la mención explícita del país galo. El caso es que, de una forma u otra, si cumple su amenaza (esperemos que no, como en ocasiones anteriores) todos los países europeos nos veremos perjudicados, como ya nos hemos visto con otros productos como la aceituna negra con especial incidencia para nuestro país.
Una vez más los productos vitivinícolas corren el riesgo de ser tomados como rehenes de cuestiones de las que son totalmente ajenos. Tal y como ya sucediera con China y el conflicto que mantuvo con Alemania por las placas solares y que acabó generando una enorme factura en abogados para demostrar que no vendíamos nuestros vinos por debajo de los costes de producción y que llevó a unas cuantas bodegas españolas a tener que mostrar a las autorizadas chinas su “know how” y asumir la formación de sus operadores.
La globalización de los mercados es un hecho imparable, la internacionalización de nuestras bodegas, una asignatura que van superando poco a poco con grandes esfuerzos. Pero lo que resulta totalmente inadmisible es que sea el sector vitivinícola el que acabe siendo rehén de guerras que van mucho más allá de nuestros productos. La actual batalla que está librando Estados Unidos con el resto del mundo por mantener el dominio comercial y tecnológico mundial puede llegar a tener graves consecuencias ante las que protegerse se hace muy complicado, dada la debilidad de los productos agrarios y especialmente, dentro de estos, del vino.
Pensar en el comercio exterior, balsa de salvación de nuestro sector y única vía por la que generarle valor añadido a nuestros vinos y dejar fuera a las dos grandes potencias mundiales es algo totalmente impensable y bien haríamos si aumentásemos la presión sobre la debilitada Comisión Europea (en proceso de relevo por las últimas elecciones) para que se mostrara firme en este tema y defendiera los intereses del sector con mayor severidad ante las autorizadas comerciales estadounidenses o el mismísimo Congreso norteamericano.
Con la producción obtenida en 2018 y las dificultades de venta de los vinos, si entran en juego las políticas restrictivas de otros paises, las dificultades para la vitivinicultura española se volverá aún mas difícil si cabe.
No son buenos tiempos, pero el optimismo y esperanza hacen superar todos los obstáculos que van apareciendo; ya que si unos se solventan otros aparecen cada día.