También desde la producción

Parece bastante claro que sea mucho, o poco, la producción de la Unión Europea está bastante más cerca de los 179 Mhl producidos esta campaña, que de los 143,787 del pasado año. Podemos discutir si es mucho o poco para lo que consumimos. Si esta situación es sostenible en el tiempo, o sus posibles consecuencias sobre los precios en origen. Si el crecimiento mostrado por España (+39%), Francia (+30%) e Italia (+16%) tiene su origen en la entrada en producción de la superficie reestructura (estructural) o se debe a condiciones meteorológicas excepcionalmente favorables y la circunstancia de venir de una cosecha extraordinariamente corta (coyuntural).

Tomando como ejemplo lo sucedido en nuestro país, podríamos llegar a la conclusión de que esta producción ha venido para quedarse. Que los cincuenta millones de hectolitros están cada vez más cerca de lo que podríamos definir como una “cosecha normal”. A pesar de que seamos, de los tres grandes países productores del mundo, los que más hemos incrementado nuestra producción con respecto a la media de las últimas cinco campañas. Un trece por ciento, frente el siete de Francia o el dos de Italia.

A diferencia de lo que ha sucedido en los otros países, al menos con los datos proporcionados por la Dirección General de Agricultura de la CE, España sigue apostando por la elaboración de mostos, ocupando el primer puesto en la UE con con cuatro millones ochocientos mil hectolitros, a gran distancia del segundo productor, Italia, que apenas alcanza el millón de hectolitros. Lo que tampoco parece haber sido suficiente para que el mercado se muestre capaz de absorber semejante volumen de producción.

Y aunque la solución a nuestros problemas deberá pasar por abordar la recuperación del consumo y el afianzamiento de las exportaciones, se antojan necesarias otras medidas dirigidas al lado de la producción si queremos valorizar uvas y vinos. Aumentar rendimientos para compensar los bajos precios a los que se paga el kilo de uva no puede ser una solución sostenible a corto y medio plazo. Es posible que a largo lo sea, si conseguimos destinar esas producciones de altos rendimientos hacia otras utilizaciones; pero no ahora.

Lo preocupante es que, en estos momentos, lo único que estamos obteniendo son volúmenes difícilmente absorbibles por el mercado y precios en caída libre que tienen su reflejo en precios de uva insostenibles para los viticultores.

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