Si tenemos en consideración nuestra cuota de mercado en el sudeste asiático, que apenas representa el 2,5%, podríamos llegar a la falsa conclusión de que el acuerdo firmado entre la Unión Europea y Vietnam, o el recientemente firmado con Singapur, resulta insignificante para nuestros intereses.
Si en lugar de centrarnos en la actualidad somos capaces de ir un poco más allá y considerar que no será hasta dentro de siete años cuando haya finalizado ese periodo transitorio que se ha establecido, o que ambos países son una entrada estratégica para toda la zona de esa parte del mundo; deberíamos congratularnos de la noticia y confiar en que nuestras bodegas dirijan una parte del esfuerzo al desarrollo de estos mercados.
Sabemos, o al menos eso es lo que nos dicen todos los estudios que se han publicado, que el aumento del consumo mundial de vino es un objetivo muy complicado, que sus tasas de crecimiento apenas podríamos a apenas unos pocos millones de hectolitros. Pero también sabemos que llevamos muchos años constatando una traslación desde los países tradicionalmente productores y consumidores, hacia aquellos que no lo son. Lo que debería señalar a esa parte del mundo como un objetivo prioritario.
Es mucha la tarea de formación que hay que hacer en estos países dada su escaso conocimiento del vino. Otros países productores como Francia e Italia nos vuelven a llevar la delantera, lo que es un inconveniente más a la hora de que nuestras bodegas desarrollen su trabajo. Pero se abre una gran oportunidad que no debemos dejar pasar.
Exportamos más de dos veces y media lo que consumimos en nuestro país. Realizamos campañas encaminadas hacia la recuperación de ese consumo. Somos conscientes de que esto, ni es tarea de un día, ni barata. Dos grandes inconvenientes para un sector que debe hacer frente a notables desequilibrios, campaña tras campaña, entre oferta y demanda. Pero si no empezamos y perseveramos en esta tarea, nunca lo conseguiremos.
Dentro de escasamente un mes tendrá lugar la tercera intentona para la elección del nuevo Director General de la OIV en Uruguay, situación inédita y que, en mi opinión, va mucho más allá de una manifiesta necesidad de modificación de los sistemas de elección que ese organismo internacional mantiene. Y es que está poniéndose de manifiesto un claro enfrentamiento entre los dos modelos vitivinícolas imperantes. Poniendo en relieve que lo de la comercialización de vino en el mundo, hasta hace unos años prácticamente un reducto exclusivo de los países europeos; ya no lo es. Y lo que todavía resulta más interesante, los nuevos productores no están dispuestos a que lo siga siendo, ni a que impongan sus reglas de juego.
Hasta ahora, con sus naturales reticencias, Europa era la que iba imponiendo esas normas sobre las que se desarrollaba la producción y comercialización en el sector vitivinícola. Hoy, aquellos productores abogan por una mayor apertura de los mercados, mayor liberalización y un cambio de cierta profundidad en las reglas que lo deben regular.
La elección de un candidato u otro va mucho más allá de cuestiones personalistas o países de procedencia. Ambos representan un modelo y una concepción del sector vitivinícola que nos incumbe.
A España se le presenta un panorama muy interesante en los próximos años, al mantenimiento de una actividad exportadora y la recuperación de su consumo se le presenta un invitado inesperado que es el lobby de aquellos países que reclaman mayor cuota de protagonismo, y debemos luchar por no ser la que cedamos esa pequeña parte de la que disfrutamos. Contar con un español en un puesto internacional de esa importancia puede sernos de gran ayuda.