Las estimaciones de cosecha se van hacia arriba como si de vino espumoso se tratara. La generalización de las vendimias en el tercio norte de la península está permitiendo obtener una idea más aproximada de lo que ya en la viña pintaba como una buena cosecha.
Entrar a describir lo que el calificativo de “buena” supone es ya otro cantar. Pues si, en un principio, el recuperar producción y acercarnos al potencial que ofrece nuestra superficie de viñedo debe ser considerado como algo positivo. Lo sucedido con los precios de la uva, con caídas generalizadas que están en el entorno del veinte por ciento con respecto a los pagados en la campaña anterior. La misma recuperación de la que están disfrutando nuestros principales países importadores. Incluso las muchas complicaciones que están ocasionando los constantes episodios de tormentas en la calidad de la uva, con claras muestras de podredumbre en algunas partidas que están obligando a un control muy severo en la recepción y selección del fruto a su llegada a bodega. Son algunas de las circunstancias que podrían ensombrecer lo que, “a priori”, podríamos valorar como una muy buena cosecha.
Los precios, en términos generales, serán compensados por el aumento de producción. Las partidas que pudieran llegar a bodega con índices de glucónico altos, elaboradas aparte y destinadas a la obtención de productos que no vayan dirigidas al consumo. E incluso los aumentos de producción podrían ser una buena noticia al permitirnos destinar parte de ella a la obtención de vinagres, destilados y mostos; productos sin duda a potenciar; e incluso nos permitiría diferenciar más los precios por calidades dándole valor a las partidas que así lo merecen.
Ahora habrá que esperar que todo esto se haga realidad. Pero de momento, y es lo más importante, mimbres para una buena campaña tenemos.