Lo cierto es que nunca una expresión ha venido tan al hilo como esta de que “estamos que nos salimos”. Pues tanto si la tomamos de manera literal, por lo que hace referencia a ir más allá de nuestro entorno, como por el concepto figurado de la frase que hace referencia al éxito incontestable. Los datos de nuestras exportaciones vino en 2017 son impresionantes.
Tanto el volumen en sí mismo, con un valor absoluto: 25.978.504 hl, como el hecho de que seamos el primer país del mundo en exportación; son excelentes noticias. Pero si además consideramos que esto es lo que está permitiendo que nuestros vinos encuentren una salida más allá de un mercado interno que no acaba de despegar y en el que los pocos datos de los que se disponen señala una ligerísima, tanto escueta como imperceptible, recuperación de un consumo nacional que apenas supera los veinte litros per cápita; podemos acercarnos más al verdadero valor que ello supone.
Si además tenemos presente que los datos del consumo interno proceden de una estimación realizada en base a la información del Balance Vitivinícola y que en esos diez millones de hectolitros estarían incluidos todos aquellos litros consumidos en nuestro país por los más de ochenta y cinco millones de personas que nos visitaron como turistas el pasado año. La relevancia de esos cerca de veintiséis millones de hectolitros exportados todavía es mayor.
Aunque mucho me temo que hasta aquí las buenas noticias. O al menos aquellas con las que poder sacar pecho. Porque si en lugar de atender a los datos de volumen nos centramos en los que hacen referencia al valor, y más concretamente al precio medio al que hemos acometido semejante hazaña de ser el país que más vino exporta, las cifras ponen en evidencia alguna debilidad que deberíamos enmendar, aunque fuera a costa de exportar menos.
Como decía anteriormente, exportar mucho está bien y es la forma que tienen nuestras bodegas de darle salida a una producción que no la encuentra en su ámbito geográfico más cercano: España. Pero hacerlo por un valor de 3.085,80 millones de euros nos sitúa en tercer lugar en la clasificación por valor y hace saltar todas las alarmas.
Ya si entramos en detalles y analizamos en volumen diferenciando aquello que es comercializado en el mercado único que es la Unión Europea o lo es Extra–UE, podemos comprobar como Italia y Francia nos pasan por delante con 7,376 Mhl, 6,848 Mhl y 6,414 Mhl respectivamente. Diferencias nimias si las comparamos con los 5.348 M€ de Francia, 2.958 M€ de Italia o los 1.205 M€ de nuestro país.
Y para aquellos a los que estos datos tampoco les digan mucho y piensen que no hay nada malo en que vendamos mucho dentro del Mercado Único les recomendaría que le echaran un vistazo a los precios medios, expresados en euros por litro y que en conjunto de la Unión Europea quedan en 2,86 para el total, 2,12 si nos referimos al Intra-UE y 4,54 si lo hacemos allende la UE.
En esta clasificación nuestro país ocupa el cuarto puesto, por la cola, con un precio medio de 1,19 €/l para el total de la exportación; el tercero, también por la cola, con 0,96 €/l para las operaciones Intra y el penúltimo para las Extra con un precio medio de 1,88 €/l.
Cifras para nada que no conozcamos ya a tenor de lo sucedido en campañas anteriores. Y ahí precisamente reside la mayor de nuestras preocupaciones y el motivo por el que en lugar de sacar pecho con tanta facilidad deberíamos ocuparnos un poco más de darle un giro a nuestras exportaciones. Al menos si lo que perseguimos es contar con un sector sostenible, que garantice la rentabilidad, fijación de la población y mantenimiento de los recursos naturales en un futuro a medio y largo plazo.
A la ministra de agricultura parece que le gusta que se venda barato, ya que premió la empresa que más barato vende.