Así como en algunos temas las discrepancias son notables entre aquellos que deben unir sus recursos en sacar adelante la recuperación del consumo. En el asunto del enoturismo y la importancia que esta actividad tendrá en el aumento del consumo en nuestro país y en la mejora de nuestras bodegas de cara a disfrutar de unas mejores instalaciones y un nivel de profesionalidad, la coincidencia es absoluta.
Todas las bodegas o ya disponen de actividades enoturísticas, o bien están haciendo las inversiones necesarias para ponerlas en marcha en un plazo de pocos meses. Los consejos reguladores a través de las rutas del vino tampoco están escatimando esfuerzos en sacarlas adelante y ordenar un poco la oferta para facilitarle las cosas al (eno) turista y, consecuentemente, ser más eficaces. E incluso las administraciones, de todo nivel y sello político, reconocen en este tipo de turismo una gran oportunidad para llevar a cabo esa deslocalización geográfica del turista de sol y playa, venciendo la estacionalidad que lleva aparejada.
Más de tres millones doscientas mil personas, lo que representa un incremento de más de un dieciocho por ciento con respecto al año anterior, son cifras que en sí mismas demuestran el éxito de las Rutas del Vino, integradas por veintisiete en el pasado año. Cifras que, a diferencia de lo que sucede con las de exportación, que cuando nos referimos al valor debemos mostrarnos muy preocupados, reconociendo el gran trabajo que todavía nos queda por delante; en el enoturismo el impacto económico no solo ha crecido un 23,89% dejándolo en más de sesenta y siete millones de euros, sino que además ha representado que el gasto medio por visitante haya aumentado, en todas sus facetas: visita a bodega, museo y gasto en tienda.
Riqueza que no solo es exclusiva de las bodegas, sino que se hace extensiva a todos aquellos establecimientos turísticos de sus zonas de influencia como son establecimientos hoteleros, restaurantes, comercios o empresas de actividades. De hecho, de los 156,60 euros de gasto diario que efectúa un enoturista, el mayor porcentaje 26,78% se lo llevan bares y restaurantes, el 21,49% el alojamiento y solo el 19,83% la compra de vinos y 12,53% la visita a bodega. Los 30,33€ restantes se lo llevan comercios y otras partidas no cuantificadas.
Sin duda la sinergia y colaboración es una de las asignaturas que este sector tiene. Y esta actividad no solo está ayudando a dar una mayor y mejor visibilidad al mundo del vino y su cultura, sino también a demostrar que con objetivos claros es posible la colaboración y el desarrollo de todos, superando esa barrera que tradicionalmente ha representado el recelo hacia los éxitos de mi competencia.
Y aunque las diferencias resultan significativas entre las diferentes Rutas, tanto en el número de visitantes, como en los precios medios de las visitas y el gasto medio en compra de vino; es de destacar que estas podrían achacarse más a factores ligados a la localización geográfica (dispersión), servicios ofertados, posicionamiento de sus vinos, comunicaciones, atractivo de los municipios… todas muestran incrementos considerables, especialmente aquellas recién incorporadas.
También es de destacar la gran concentración existente entre los servicios prestados, entre los que tan solo tres de los dieciocho analizados concentran dos tercios de la oferta: bodegas (32,18%), alojamiento (20,10%) y restauración (16,46%). De lo que podríamos deducir que queda mucho por hacer y es mucho el potencial de crecimiento que se le vislumbra a una actividad que está llamada a jugar un papel muy importante en la recuperación de nuestro consumo y valoración de nuestros vinos.