Con todos los años que llevo dedicándome en cuerpo y alma a esta tarea de comunicar lo que sucede en el sector vitivinícola, intentando aportar mi pequeño granito de arena para que las cosas funcionen mejor, no dejo de sorprenderme.
Hablar de comunicación y de cómo han cambiado las formas de hacerla efectiva nos podría llevar a cuestiones extremadamente profundas, para las que no estoy cualificado. Pero, al menos, permítanme la licencia de hacerles una sencilla observación sobre la dirección de los flujos entre emisor y receptor del mensaje. Cuestión que, dicho sea de paso, es aprovechada por algunos para sobreponderar el peso que deben tener los medios online frente los offline o tradicionales; obviando algunas otras cuestiones de tan escasa importancia como pudiera ser la calidad de la propia información o la veracidad de la misma.
Pero no es sobre eso sobre lo que quería llamar su atención, y sí más de lo importante que resulta disponer de una información actualizada, veraz y contrastada. Y más que de eso (que ya lo he denunciado en alguna ocasión), de lo necesario que se hace para mejorar la competitividad de un sector como el del vino, que se lamenta del escaso precio de sus productos y la gran diferencia hasta su valor real.
La posibilidad que nos ofrecen los medios digitales, en los que deberíamos incluir a las redes sociales (no en vano se están convirtiendo en un serio problema para una generación de jóvenes que están perdiendo humanidad en sus relaciones al ser reemplazadas por terminales electrónicos), es la capacidad de escuchar lo que los destinatarios de nuestros mensajes nos quieren decir, y poder dejar, de una vez por todas en este sector tan dado a caer en esa tentación, de repetirnos una y otra vez lo que todos sabemos, pero que apenas importa más allá del reducido círculo profesional vitivinícola.
Problemas tenemos todos, y no deseamos cargar con más penas ajenas que las estrictamente necesarias. Completamente todo lo contrario de lo que sucede con las buenas noticias. De las que también tenemos todos, pero nos alegramos de que nuestros amigos compartan las suyas con nosotros. Y eso es algo que no hemos sabido hacer nunca, y que ahora, con las nuevas formas de comunicarnos que tenemos somos capaces de cuantificar y medir.
A la gente, a esa persona que pasea, come y bebe como cualquiera de nosotros, le interesa el vino. Quiere saber de vinos, quiere poder hablar y presumir con sus amigos y familiares. Fijaros cuantas cosas en una sola frase que definen al vino: cultura, social, placentero, sencillo, cercano, atractivo… y en cambio la gran mayoría de las veces que sale una noticia en un medio de comunicación lo es para referirse a tediosas estadísticas, o noticias sobre los problemas a los que deben hacer frente sus empresas; por no hablar de cifras que además provocan confusión y generan una alarma que va mucho más allá de la realidad.
Medios como este, especializado y profesional, son los que debieran tratar de las amenazas que acechan al sector, analizarlas y ser portavoz para su posible solución colectiva. Pero de ahí para fuera, ni una sola frase. Y cuando, por el interés de la noticia pueda el tema ser tratado por medios generalistas, en los que los profesionales cualificados para abordar estas noticias han ido reduciéndose en aras de mejorar una serie de ratios de productividad, competitividad, o rentabilidad,… que nada tienen que ver con la calidad de la información publicada; es obligación de quienes las generan ser extremadamente cuidadosos y prudentes. Decía Oscar Wilde: “Nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión”. Cuidémosla porque la primera impresión es la que cuenta.