Hablar de calidad, aumentar la percepción que los consumidores tienen de ella y mejorar el valor añadido de nuestros vinos. Son, todas ellas, consecuencias casi directas de una recuperación del consumo.
Pensar en volver a un consumo alimenticio del vino es tan utópico como pensar que volveremos a los televisores de lámparas. Tener alguno en un lugar de la casa como elemento de decoración, es posible. Pensar que veamos la televisión con ellos, una insensatez.
Por suerte, o por desgracia, aquel tipo de consumo ha sido superado. Y al igual que las necesidades de nuestros viticultores ya no son las de una azada, y sí la de un tractor con el que llevar a cabo las labores agrícolas. O nuestras bodegas requieren depósitos con control de temperatura y asepsia en sus instalaciones. Los consumidores nos acercamos al vino como un objeto de placer y de lujo, al que todos aspiramos y que solo alcanzamos en función de la renta disponible que tengamos para hacerlo.
Podemos ser el país productor que más barato vende sus vinos, el que menos valor añadido somos capaz de trasladarle a la botella y uno de los que mayor oferta de variedades y tipologías dispone. Hasta somos capaces de ser el país que más guías de “vinos baratos” publica, ante la gran oferta existente.
Pero nada de todo eso tiene sentido si no somos capaces de acercarnos a los consumidores, intentando satisfacer esas nuevas necesidades que tiene.
En los últimos años, la gran mayoría de bodegas, de las grandes que disponen de medios que destinar a estos fines, han dado un giro en su política de comunicación, han buscado actividades, acciones culturales, gastronómicas, turísticas, deportivas… con las que llevar a cabo un marketing relacional que aproveche el empuje del que carecían sus productos, aportándole una gran calidad e imagen.
Así, el enoturismo, como un claro ejemplo de esa cualidad que disfrutamos de ser el segundo país más visitado del mundo, o la gran reputación de nuestra gastronomía, se ha desarrollado de manera exponencial en toda nuestra geografía. Hoy podemos aseverar que somos una potencia enoturística, y las perspectivas son de un gran potencial de crecimiento.
El camino está marcado y más tarde o más temprano nuestros vinos subirán sus precios como consecuencia de que se reconozca su valorización. Y en ese camino, la capacidad que tengamos de dar una imagen correcta y adecuada jugará un papel muy importante para determinar la velocidad con la que lo hagamos.