Hace escasamente unas semanas, la sectorial vitivinícola de Asaja Castilla-La Mancha sorprendía, o no tanto, solicitándole al consejero de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Rural de esta Comunidad, Francisco Martínez Arroyo, la puesta en marcha de un observatorio del vino en la región. Los argumentos utilizados: “dotar al sector de transparencia y que proporcione información veraz sobre producción, precios, tendencias de los mercados, así como otros temas vinculados a la actividad y la industria vitivinícola”.
Loable iniciativa que debiera revertir sobre un mercado en el que la evolución de sus cotizaciones da la impresión de carecer de una estrategia profesional a medio y largo plazo que permita a sus vinos ser algo más que la bodega de la que abastecerse aquellos que sí disfrutan de valor añadido en sus productos.
El problema está en que no alcanzo a entender dónde está la ventaja de trocear la eficacia de un organismo tan eficaz como pudiera ser la de un Observatorio Español del Mercado del Vino. Como no sean motivaciones de índole político, que en los últimos tiempos están otorgándole a los sentimientos regionalistas un protagonismo que no siempre resulta bien entendido.
Para ser justos, he de reconocer que pertenezco, desde hace varios años, al Patronato del Observatorio Español del Mercado del Vino en calidad de “patrono experto”, y esto podría llevarme a no ser muy ecuánime en mis valoraciones. No obstante, algunos de los más destacados miembros de la organización agraria comparten mesa, por lo que deduzco que las razones que les han llevado a tomar esta iniciativa van mucho más allá del desconocimiento de cuál es su verdadero funcionamiento y las iniciativas emprendidas en las que suelen justificarse propuestas de este estilo cuando se desconoce el funcionamiento interno de una organización.
Posiblemente un observatorio en la región que concentra el cincuenta por ciento de la superficie y producción nacional, y que es reiteradamente señalada por sus propios operadores como la responsable de los “problemas” a los que debe hacer frente el sector vitivinícola nacional; sea una buena idea, dada la cercanía a la Administración que tiene en sus manos controlar la puesta en marchas las medidas procedentes del Programa de Apoyo al Sector (PASVE).
Pero, al menos, permítanme que cuestione tal eficiencia sobre unas medidas procedentes de la Unión Europea, en las que es el Estado Miembro el responsable de su desarrollo y el que debe dar cuenta sobre su aplicación y cumplimiento.
La globalización de los mercados es uno de los mayores retos a los que el sector vitivinícola debe enfrentarse en los próximos tiempos. Una gran oportunidad que debiera hacernos salir de la mediocridad a la que están sometido nuestros graneles y permitirnos abordar los mercados con nombre y apellido en nuestros vinos, que nos ayuden a generar marca y obtener valor añadido. Para ello es necesario disponer de una información actualizada, veraz e independiente de lo que sucede a nivel mundial. Lo que requiere grandes recursos, que deben ser complementados con sinergias procedentes de organizaciones más centradas en ámbitos profesionales, geográficos o de tipología de productos.
Dividir nunca me ha parecido una buena estrategia para el desarrollo. Como tampoco le he encontrado mucho sentido a lo de dedicar dinero público a hacer algo que ya están haciendo otros, en lugar de intentar mejorarlo y adaptarlo a tus necesidades.
Pero seguro que Asaja Castilla-La Mancha y la Consejería tienen argumentos mucho más sólidos que los míos para llevarlo a cabo, si es que al final lo hacen. Solo espero que lo expliquen muy bien, tanto como para que los demás lo entendamos, y que tengan mucho éxito. Porque en su triunfo está el de todos.