Asumiendo, porque así lo siento y creo que puedo erigirme en representante del colectivo vitivinícola español en este asunto, que el tema del consumo abusivo de alcohol entre los jóvenes es un asunto muy preocupante, sobre el que todos los que lo componemos este sector, de una u otra manera, nos sentimos implicados en su lucha. La clase política española confía en hacer frente a esta lacra mediante la publicación de una Ley antes de noviembre con la que prohibirles su acceso al alcohol. Ofreciendo como toda solución una mayor coordinación entre las distintas administraciones: ayuntamientos y comunidades autónomas, a las que se les dotaría de las herramientas necesarias para que pudieran desarrollar y aplicar la Ley.
Planteamiento que tampoco difiere mucho del sostenido por el Comité Europeo de las Regiones, quien emitió un dictamen sobre “La necesidad y la vía hacia una estrategia de la UE sobre cuestiones relacionadas con el alcohol” en el que incide sobre la conveniencia de definir, con criterios científicos los términos de consumo “excesivo”, “nocivo” y “abusivo”.
En ninguno de los dos casos se hace la más mínima referencia a la educación, la formación y concienciación. Parece que en una sociedad abierta, dialogante, alfabetizada como la nuestra, los principios de la libre circulación de personas y mercancías, que marcan políticas económicas y sociales de cientos de millones de personas, funcionan en cualquier ámbito, menos en el de la educación en el consumo de alcohol.
Destacan las repercusiones sociales y económicas que tiene el consumo excesivo de alcohol sobre la sociedad, poniendo en relieve que el bienestar y la salud de los ciudadanos europeos deben pasar por delante de los “intereses económicos” de un sector que da trabajo a cerca de seis millones de personas en toda su cadena de producción y atrae a la industria turística. Incluso llegan a reconocer que en materia de comercialización se recurre a la autorregulación, pero esta no es suficiente para proteger a colectivos concretos de embarazadas, niños y jóvenes.
El consumo de vino ha evolucionado, al igual que la sociedad española de estos últimos cincuenta años. La educación que los niños y jóvenes recibían en sus hogares, con la presencia del vino como ingrediente de la Dieta Mediterránea, ha desaparecido. Y todo lo que se les ocurre a nuestros legisladores son medidas de carácter restrictivo y coercitivo para solucionarlo.
Claro que como nos descuidemos nos añaden también las fiscales para solucionar el problema.