Aunque es muy difícil, imposible diría yo, que las últimas lluvias (por importantes que hayan resultado en algunas comarcas y regiones vitivinícolas españolas) vayan a suponer un cambio radical en las estimaciones de cosecha y puedan alterar los precios de las uvas fijados por el momento; hay que reconocer que afectarán a la cantidad final seguro, y confiemos en que no en cuanto a la calidad.
Sus consecuencias en el volumen vendimiado se dejarán notar, ya que el número de litros caídos han ido mucho más allá de unos meros aguaceros. Lo han hecho con cierta importancia y de una manera que, salvo contadas excepciones, ha sido moderada; empapando la tierra. El problema está en que, por más que se quieran parar las vendimias, muchas de ellas ya comenzadas cuando se produjeron estos episodios meteorológicos, la planta no tiene ninguna capacidad de modificar su muestra y lo que pueda influir en el peso apenas puede suponer un pequeño porcentaje.
Todo eso por no hablar del importante peligro que supondrían episodios de fuertes calores en los próximos días de cara a la aparición de brotes de podredumbre que afectaran a la excelente calidad con la que, hasta el momento, se presenta el fruto de 2017.
En cuanto a los precios de las uvas, la aparición de tablillas y el conocimiento de los contratos que van formalizándose, confirman las previsiones al alza que se tenían al inicio de campaña. Todas las comarcas, sin excepción, presentan cotizaciones similares o mayores a las del año pasado. Y aunque las denuncias sobre la entrega de uva sin el obligatorio contrato en el que figure el precio, el plazo máximo de pago lo marca la ley, siguen formulándose por las organizaciones agrarias; por lo que nosotros sabemos se podría decir que se trata de situaciones muy particulares y de escasa relevancia.