Resulta bastante habitual escuchar, cuando se habla de los problemas de excedentes a los que se enfrenta España y los bajos precios a los que vende sus vinos, que una parte muy importante del asunto se encuentra en una sola región española, donde se concentra alrededor de la mitad de la superficie total del viñedo y en la que se produce un porcentaje bastante similar de vino.
Podemos aplicar la regla de la proporcionalidad a la hora de explicar el número de hectáreas reestructuradas en el total del periodo ejecutado 2001-2016 y que ascendió a 375.093 ha, de las que Castilla-La Mancha participó con 183.614 (48,89%). Aunque no sea la que ha tenido que modificar un mayor porcentaje de su superficie, tan solo el 38,79% mientras que otras regiones como Extremadura, Aragón o Cataluña lo han debido hacer en un sesenta y cuatro, cincuenta y seis y cincuenta y dos por ciento, respectivamente. Siendo Galicia, Madrid y Cantabria, 14,35%, 11,39% y 7,37% respectivamente, las que menos lo han hecho.
Y sin ánimo de restar ni un solo ápice de importancia de la que tiene esta región en el ámbito nacional vitivinícola, algo no debemos estar haciendo muy bien en el resto de regiones cuando Castilla-La Mancha ha sido la autonomía a la que mayor superficie se ha concedido de nuevas plantaciones, con 1.910 solicitantes, sobre un total de 4.408 y 2.428 hectáreas de las 4.989 concedidas para 2017. Lo que nos podría llevar a pensar que si el noventa y tres por ciento de esas superficies ha sido concedida a viticultores ya activos, encuadrados en el grupo 2 “Buen comportamiento, sin viñedo abandonado y/o ilegal”, el porvenir del sector y la rentabilidad de mismo es bastante buena y existe futuro.
¿Cambiando variedades o producciones? Pues sí, hay futuro. El problema lo tendrán aquellos otros que no habiendo hecho nada por adaptarse a estas nuevas condiciones que impone el mercado, bien porque no han sabido verlo; bien porque no han podido ya que sus disponibilidades de agua (el riego se impone como imprescindible) o económicas, (la ayuda solo cubre una parte de la inversión necesaria) no se lo han permitido; y que tendrán que competir con los que sí lo han hecho.
De momento, esto se palía bastante con la elevada edad de muchos de estos viticultores, pero llegará un momento en el que deberán ser sustituidos, e incluso es posible que ese momento coincida con una liberalización de plantación. Y cuando ese momento llegase ¿qué estamos haciendo para evitar que una buena parte de esa cubierta vegetal desaparezca, con el consiguiente problema medioambiental y de población que generaría?