Ustedes deciden

Muy posiblemente acaben teniendo razón y comunicados como los emitidos en días pasados por Cooperativas agro-alimentarias sobre “un fin de campaña equilibrado y una posible disminución de la próxima vendimia”, o de la organización sindical agraria Unión de Uniones manteniendo que “se dan las condiciones para precios al alza en la próxima vendimia”; resulten premonitorios, teniéndome que tragar todas estas palabras.

Pero me cuesta mucho entender cómo es posible que, después de lo sucedido la pasada campaña, sea posible que todavía nos atrevamos en el mes de mayo a hablar sobre la próxima vendimia. Máxime cuando todavía están por cuantificar exactamente los efectos que acaben teniendo las heladas sufridas en buena parte del tercio norte peninsular, las consecuencias que puedan acabar teniendo los episodios de granizo, las posibles plagas de mildiu, olas de calor,… y muchas más inclemencias que pueden afectar de manera significativa a la próxima cosecha.

Eso por no hablar del gran desconocimiento del que, todos, hemos hecho gala cuando hemos tenido ocasión, sobre el verdadero potencial de producción actual de nuestro país. Muy distante del que teníamos hace apenas cinco años y que, hasta el momento, nadie ha acertado en cuantificar correctamente.

Sabemos perfectamente que nuestras cotizaciones se encuentran directamente afectadas por lo que suceda en los países de nuestro entorno, Francia e Italia especialmente, puesto que las exportaciones vienen a representar dos veces y media lo que vendemos en el mercado interior. Gracias al Infovi y la información mensual que facilita tenemos datos concretos sobre las existencias disponibles, y podemos asegurar que la evolución del mercado es buena (poco más, pues no disponemos de histórico con el que comparar). Pero poco más.

Y en cambio ni de estas dos organizaciones, ni de las otras existentes aunque no hayan hecho público ningún comunicado al respecto, he encontrado demanda alguna sobre la necesidad de conocer nuestro potencial de producción, coordinar la producción, establecer políticas comerciales (que no fijar precios) conjuntas, etc. Seguramente será porque consideren que no les corresponde a ellos hacerlo y derivan la responsabilidad sobre otros. No lo sé.

Pero si queremos un sector con futuro, necesitamos una renta digna para nuestros viticultores y eso pasa necesariamente por subir sus ingresos. Lo que solo es posible subiendo el precio de la uva o aumentando los rendimientos. Ustedes deciden.

El consumidor nos habla ¿lo escuchamos?

Los que me conocen saben que siempre que me pongo delante de esta página lo hago con una doble intención: informar y despertar conciencias. No en vano, es relativamente frecuente que me hagan partícipe de sus problemas y me animen a denunciarlos en busca de una solución.

Somos un sector extraordinariamente atomizado, donde una información de calidad y fluida no es precisamente una de nuestras características y en el que los recursos que las bodegas, cooperativas y organizaciones agrarias disponen para la promoción y desarrollo de campañas colectivas, no son una de sus cualidades.

Necesitamos una organización que nos haga fuertes y que luche contra estas dos grandes carencias y al menos con esta finalidad fue creada la Interprofesional del Vino. Pero no es de la OIVE de la que les quiero hablar hoy, sino de la gran diferencia que nos separa a los que nos dedicamos al sector vitivinícola viviéndolo desde dentro, de los que están al otro lado del lineal, la carta de vino o la pantalla del móvil: los consumidores.

Vivimos dos realidades que distan mucho de parecerse y hablamos idiomas que, en la inmensa mayoría de los casos resultan incomprensibles para la otra parte. Y aprovecho esta referencia para una observación que en mi opinión resulta fundamental. Quienes consideren que la información va en una sola dirección producción-consumidor es que no entiende nada de comunicación y viven en otro planeta. Hoy, los consumidores nos hablan constantemente, nos gritan y nos piden ayuda.

Y es precisamente de eso de lo que les quería hablar. La pasada semana comentaba el peligro que corríamos con la proliferación de concursos de vino que está habiendo. No ya tanto por lo que de saturación en los consumidores pudiera ocasionar, que también, sino por la confusión que las diferencias entre los reglamentos de unos y otros genera.

Mi participación en algunos de ellos me permite decir, con rotunda contundencia, que todos persiguen un único objetivo: ayudar a vender más a las bodegas. Loable fin. La cuestión está en si lo consiguen, pues se antoja bastante complicado pensar que un consumidor que apenas conoce tres variedades, cinco denominaciones de origen y tiene entre sus marcas de cabecera seis o siete referencias; esté interesado en acceder a las bases (reglamento) de los concursos para conocer sus baremos de puntuación, número de medallas, tipos, número y cualificación de los catadores, etc.

Que son una herramienta que el consumidor valora y agradece, no hay duda teniendo en cuenta la gran influencia que algunos de ellos tienen entre los compradores de las grandes cadenas de distribución mundiales. Que sepa exactamente lo que hay detrás de esa pequeña etiqueta que identifica el premio obtenido por ese vino, una cuestión mucho más dudosa.

Cuando se crearon las denominaciones de origen, uno de sus principales objetivos era garantizar al consumidor la procedencia de ese vino y el cumplimiento de unas normas que aseguraran ciertas características de calidad intrínsecas a la zona y sus tradiciones. La proliferación de estas complicó su conocimiento e hizo que ese criterio perdiera efectividad.

¿Puede llegar a pasar que en un lineal (por mencionar algo muy visual) un alto porcentaje de los vinos allí expuestos tengan un sticker de algún concurso? ¿Qué efectividad tendrá entonces en el consumidor? ¿Las grandes cadenas pondrán condiciones a la hora de que se etiqueten los vinos con estos distintivos? ¿Dónde estará entonces el negocio?

Es mi opinión es un tema muy complejo que convendría no perderlo de vista.

Los concursos de vino

Si les dijera que actualmente nos encontramos, literalmente, desbordados por los palmareses de los diferentes concursos que se celebran en el mundo, y en los que los vinos españoles tienen una considerable relevancia, seguro que algunos de ustedes pensará que exageramos, que no será para tanto. Lo es. Para eso y mucho más.

Pero el motivo de sacar a colación el tema de los concursos, podrán imaginarse que no es lamentarme de si tenemos que trabajar de esta o aquella manera. O encontrar la forma de que todas las bodegas españolas que han conseguido sus objetivos, que en un concurso no es otro que alcanzar notoriedad con una medalla, no vean frustradas sus aspiraciones.

Me detengo esta semana en los concursos de vino porque corremos el peligro que dar al traste con algo que, hasta la fecha, ha funcionado bastante bien para determinados mercados y tipo de vinos, y que ahora la proliferación discriminada de los mismos puede llegar a ocasionar una grave crisis.

Soy perfectamente consciente de que regular este asunto es, en sí mismo una entelequia. Pues si bien hay organizaciones internacionales que viendo el problema llevan muchos años intentándolo, con estrictas condiciones para su celebración. Su cumplimiento no es obligatorio más que para aquellos que voluntariamente se adhieren, sin que el mensaje que llega al consumidor sea capaz de ir más allá del nombre del concurso y la categoría de la medalla. Todo lo demás, lo que verdaderamente le da valor a ese “sticker” que los consumidores encuentran en la botella, es totalmente ignorado por el noventa y nueve por ciento de los que los compran.

Es totalmente incuestionable que la mayoría de los consumidores de vino del mundo necesitan alguna herramienta que les permita discernir entre los vinos ante los que vale la pena detenerse y probar y aquellos otros que directamente se pueden ignorar. Y que al igual que lo son las opiniones de los críticos, las revistas especializadas, guías, etc., los concursos juegan un papel preponderante en esta decisión de compra.

Podemos entrar en discutir cuál es el más prestigioso, atendiendo al número de muestras recibidas, al impacto que según las grandes cadenas de distribución mundiales provoca en las cifras de venta, en la especialización en un tipo de vino o una variedad; incluso en los que se celebran dentro de una misma indicación de origen protegida. Y para todos ellos encontraríamos algún argumento a favor y en contra, sin que el que les habla, a pesar de participar en un buen número de ellos fuera capaz de elaborar un ránking, ni tan siquiera de señalar aquellos dignos de ser tenidos en cuenta y los que no.

En mayor o menor medida todos tienen su público y, consecuentemente, cubren las pretensiones de las bodegas que se gastan su dinero en ellos. Pero nada de todo ello es óbice para que recapacitemos sobre la saturación que podemos estar generando en unos consumidores que, al menos en su inmensa mayoría, desconocen, ni tan siquiera, que cada concurso tiene su propio reglamento y que no necesariamente son homogéneos.

Elegir cómo caminamos solo depende de nosotros

Ha pasado una semana y la noticia sigue siendo las fuertes heladas que afectaron al tercio norte peninsular. Y es que los daños han sido cuantiosos ya que, al efecto tan pernicioso que para el viñedo suponen las heladas, el avanzado estado vegetativo que presentaba la planta no ha hecho sino complicar aún más la situación.

Galicia, prácticamente en su conjunto ya que solo Rías Baixas parece haberse librado. Castilla y León, donde desataca de manera sobresaliente el Bierzo, pero no se quedan atrás en daños otras zonas tan emblemáticas como Ribera del Duero, Toro o Rueda, sin olvidarnos de Arribes o Arlanza y Tierra de León. Y con importantes consecuencias en toda la zona alta de la Denominación de Origen Calificada Rioja; en la que se han visto afectados tanto los de Rioja como los de Álava. Suponen el colofón a un importante problema de producción en la zona de España donde se concentra la mayor parte de los viñedos de mayor calidad (si por esta entendemos donde más se paga por sus uvas).

Aunque la prudencia y la gran capacidad que la planta tiene de recuperarse de fenómenos como este aconsejan mantener una cierta precaución a la hora de realizar estimaciones de daños y consecuencias sobre la próxima cosecha; es totalmente indiscutible que acabará viéndose afectada de manera sobresaliente y que ello tendrá consecuencias directas y muy importantes sobre las cotizaciones de las uvas, mostos y vinos.

Ya, de hecho, se puede decir que estas consecuencias están dejándose notar en el mercado, pues aunque las cotizaciones de los vinos todavía no son firmes y es complicado fijar la horquilla, los comentarios de todos los que tiene algo que decir en este sentido son unánimes: la propiedad ha replegado velas, sus existencias se han convertido en un bien “deseado” y lo más indicado es sostener una postura conservadora. “No sabemos lo que nos puede hacer falta”.

Y aunque las zonas citadas han sido las más afectadas, no se puede decir que hayan sido las únicas. Somontano, Empordà, algunas zonas del Levante, también se han visto dañadas por este fenómeno y sus cosechas se han visto asimismo implicadas.

Pero lo más curioso es que sus consecuencias se han dejado notar no solo en aquellas zonas que verán reducidas sus producciones, sino también en aquellas otras que no lo han sido, pero que aspiran a beneficiarse de la situación. La disminución en la cosecha y las producciones controladas de los productores del Hemisferio Sur les permite albergar la esperanza de unas disponibilidades ajustadas que absorban un incremento en las cotizaciones de las uvas y mostos de la próxima cosecha, pero cuyas consecuencias comenzarán a notarse ya en las próximas semanas, con un fortalecimiento de la parte vendedora que se vea correspondida por un aumento de los precios.

De cualquier forma y, aun a riesgo de equivocarme, no estaría mal que no perdiésemos la cabeza y que la codicia no nos abocara a una situación de paralización del mercado. Vender más caro es una aspiración digna, pero querer ir mucho más allá del valor que reconocen los mercados a nuestros diferentes productos puede tener consecuencias muy negativas en el devenir de la campaña. Una vez más tenemos la oportunidad de demostrar que la consolidación de los precios se consigue con pequeños incrementos en los precios que aumenten el valor de nuestros vinos (valor y precio son conceptos que poco tienen en común). Tenemos la oportunidad de dar un pequeño paso, pero firme, en este camino, en lugar de optar por una zancada que ponga en peligro nuestra estabilidad.

Tenemos experiencia suficiente para saber de primera mano lo que sucede cuando buscamos especulación en lugar de sostenibilidad de un negocio.

Elegir cómo caminamos solo depende de nosotros.

Las heladas se ceban en el norte

Ya anunciábamos en las anteriores Impresiones que los agricultores tenían la mirada puesta en el cielo. Las altas probabilidades de heladas que manejaban los servicios meteorológicos para la noche del martes y miércoles en el tercio norte peninsular hacían presagiar muy malas noticias. Especialmente si  teníamos en cuenta las altas temperaturas de días anteriores y las escasas reservas hídricas que presentaba un viñedo con brotes que, en la mayoría de los casos, superaban los diez centímetros.

Esta vez no se equivocaron, y si la noche del martes 25, más o menos, pudieron dar gracias a que no fueron muy persistentes, ni bajaron de los 0ºC más allá de un grado y medio. La noche del 26 y 27 la helada fue arrasando zonas vitícolas de Galicia, Castilla y León, Rioja, Navarra e incluso algunas comarcas de la Comunidad Valenciana y Cataluña.

Cuantificar los daños y la repercusión que estos vayan a tener en el conjunto de la cosecha 2017 es una cuestión que, por más valoraciones que se hagan, será mejor dejar para más adelante. Pues si bien Gobiernos regionales, organizaciones agrarias, y consejos reguladores, incluso la misma aseguradora Agroseguro, coinciden en señalar que la primera brotación se pueden dar por perdida en muchos de estos viñedos, habrá que esperar a ver cómo se comporta en la segunda brotación o en aquellos parajes menos expuestos.

Sobre la cantidad de este viñedo que se encuentra asegurado, es difícil de cuantificar. Si bien, teniendo en cuenta que han sido las zonas que disfrutan de mejores precios por las uvas, las que en mayor medida se han visto afectadas, es de esperar que el grado de cosecha cubierto ante este riesgo de heladas sea bastante elevado.

Pero no todo han sido malas noticias, la pasada semana Carlos Cabanas, secretario general de Agricultura hacía pública la propuesta que el Mapama presentará de PASVE 2019-2023 a las Comunidades Autónomas para a su discusión y futura presentación a Bruselas y en ella se mantienen todas las medidas en importe similar a los actuales salvo la referida a la de Innovación. Y aunque es de destacar que, de momento, solo hay fondos garantizados para los planes del 2019 y 2020, la entrada en vigor en 2020 de una nueva PAC y el compromiso adquirido por Bruselas, permiten albergar fuertes esperanzas de que vayan más allá de ese periodo y se mantengan hasta el 2023.