Con los datos de exportación 2016 completos, bien podríamos sentirnos satisfechos y decir aquello de “objetivo cumplido”. Ya que, si bien el total del volumen de productos vitivinícolas exportados a lo largo del pasado año descendió en un 9,3% hasta alcanzar los 27,574 millones de hectolitros, su precio medio aumentó en un 8,6% hasta situarse en el 1,06€/litro.
Hasta ahora, siempre que habíamos intentado subir el precio de nuestros productos, el valor había caído prácticamente en la misma proporción. En 2016 hemos conseguido que casi todas las categorías hayan aumentado su precio medio. Los blancos envasados con I.G.P. han sido los que más lo han hecho, un 20,1% (0,78 €/litro), seguidos de los vinos de licor +14,6% (3,70 €/litro) y los vinos blancos sin indicación y a granel que alcanzaron un precio medio de 0,33 €/litro (+11,1%)
Y aunque es de destacar que los graneles han conseguido un aumento del 9,2%, frente al 3,8% del alcanzado por los envasados, el precio de estos (2,12 €/litro) multiplica por más de cinco el de los graneles (0,39 €/litro) y por más de cuatro el de los mostos que resultó 0,44 €/litro.
Muchos números para acabar entendiendo que el sector ha tomado muy buena nota de que para tener futuro debemos cambiar el mix de producto de nuestras exportaciones y, que solo de esa manera será posible tener recursos que poder distribuir entre el resto de los integrantes de la cadena de valor y, hacer del cultivo de nuestras viñas una actividad rentable y con futuro.
Algo menos de la mitad de todas nuestras exportaciones siguen siendo vinos con muy bajo valor añadido. Pero poco a poco nuestras bodegas van consiguiendo cambiar ese perfil anónimo, y aunque invertir los siete millones y medio que actualmente exportamos envasados en los más de doce millones y medio de hectolitros que vendemos como graneles no va a resultar fácil, el hecho de que sean aquellos sin ningún tipo de indicación varietal o geográfica y vendidos sin envasar los vinos que presentan caídas más notables (-23,5% en blancos y -8,2% en tintos), nos permite pensar que los compradores cada vez más valoran el vino español y están dispuestos a venderlos como tal, y no solo lo contemplan como un producto que envasar en destino con marca propia y origen UE.