El próximo viernes, día 20 de enero, Donald Trump llegará efectivamente al poder del que, dicen, es el país más poderoso del mundo. Y con él lo que parece que será una política proteccionista como nunca antes había vivido la potencia mundial que está llamada hacer de locomotora de esta economía globalizada y favorecer el intercambio de personas y mercancías.
Como si esto no fuera suficiente, desde el Reino Unido, Theresa May, anuncia un Brexit duro, en el que se quiere la libre circulación de capitales, servicios y mercancías, pero no de personas. Postura que la UE ya ha anunciado que no está dispuesta a admitir.
Pero es que no acaban aquí las sorpresas que nos están deparando estos meses. El presidente chino Xi Jinping, aboga en el Foro Económico Mundial que se celebra en Davos por un comercio global y abierto.
¿Alguien da más?
Y no se olviden del anuncio hecho por Rusia en el que amenaza con cerrar su mercado a los vinos a granel europeos dentro de 5 o 7 años, para lo que ha incrementado el apoyo financiero que da a sus viticultores con el objeto de incrementar en cincuenta mil sus hectáreas de viñedo a fin de poder obtener doscientas mil toneladas de uva en 2020. Previendo para ese año la renovación del 70% de la maquinaria vitivinícola.
Cuestiones todas ellas que no serían objeto de mi atención en estas páginas, si no fuera porque Estados Unidos es el segundo país al que más le hemos facturado por vino en los primeros diez meses del 2016 (últimos datos disponibles) a un precio medio de 3,40 €/litro, cuando la media de nuestra exportación es de 1,03 €/l. Situación muy similar a lo sucedido con Rusia donde nuestras bodegas han vendido un 3,9% más y un 10,8% más caro.
Mientras las ventas al Reino Unido han caído un 6,2% en cuanto al volumen y un 9,2% en el valor, relegándolo al 10 puesto por precio unitario que ha quedado en 1,70 €/l; China se sitúa como el destino que más ha crecido 35,9% por valor y un 32,1% por volumen.
No me negarán que siendo la primera potencia mundial en exportaciones vitivinícolas y dependiendo tanto el futuro de nuestro sector de estos mercados no se presenta un futuro prometedor, desde el punto de vista informativo, ¡claro!
¡Ah!, que para aquellos a los que no les parezcan bastantes noticias, tengo otra. El martes pasado, en el país al que más vino vendemos (Francia), primero en Narbonne y posteriormente en Montpellier, los sindicatos agrarios franceses volvían a derramar dos cisternas cargadas con vino español alegando competencia desleal.