Poco a poco van generalizándose las vendimias en España, con la incorporación de las regiones más tardías como son Galicia, Duero y Ebro. Zonas donde las lluvias de los últimos días han caído como “agua de mayo”, permitiendo al fruto recuperarse, sin afectar, ni un ápice, a su excelente calidad.
Siempre resulta difícil hablar de calidad en términos generales, más cuando todavía muchas de nuestras cepas están esperando que les llegue el momento de ser vendimiadas. Pero, aún a riesgo de equivocarnos, podríamos decir que la cosecha 2016 será una excelente añada.
Claro que como precio habrá que pagar una reducción en su producción mayor de la esperada hace un mes y totalmente inimaginable allá por la primavera, cuando todo apuntaba a una producción por encima de los cincuenta millones de hectolitros. Hoy cuarenta millones podría ser una cantidad sobre la que, según nuestras estimaciones, podríamos cifrarla.
Una buena prueba de que la cosecha no está siendo lo que se esperaba la podríamos encontrar en los precios de las uvas. Superado un primer momento en el que los comentarios iban orientados hacia cantidades superiores a los del año pasado ante la mala producción a la que se enfrentaban el resto de países productores. Situados en la realidad de los mercados con tablillas que abrían la campaña a los mismos precios del año pasado, por más que las estimaciones por entonces ya anunciaban que la cosecha sería mucho menor de lo esperado inicialmente. El paso del tiempo y la evolución en la recepción de fruto que iban teniendo las dos grandes bodegas de Castilla-La Mancha les ha obligado a subir, con efecto retroactivo, en dos ocasiones los precios. Situación que, en menor medida, se ha repetido en otras regiones españolas.
A pesar de lo cual las organizaciones agrarias siguen denunciando la imposibilidad de mantener los viñedos con estos precios, muy por debajo de los mínimos necesarios para hacer rentable su continuidad.