La evolución de los precios en origen de nuestros vinos, la situación en la que se encuentran las existencias disponibles en las bodegas y cooperativas, los datos de exportación, tanto en volumen como en valor… son algunos de los temas que hacen pensar que el sector vitivinícola español pueda haber encontrado un pequeño resquicio por el que tomar la senda del desarrollo y la valorización de su producción.
Es posible que esto acabe quedando en nada, y dentro de unos meses volvamos al pesimismo de vinos baratos, existencias agobiantes y ánimos alicaídos ante la falta de futuro de un sector tradicional, pero de escasa proyección. Pero también lo es, y en ello debemos trabajar todos, que en los próximos tiempos se consolide esta recuperación, que el posicionamiento de nuestros vinos en los mercados internacionales vaya más allá del suministro a granel de las grandes firmas mundiales y que la posición de España en el ámbito mundial vitivinícola sea el propio del primer país por superficie de viñedo que históricamente hemos ocupado, o el número uno en exportación que últimamente llevamos conquistando.
No somos país de crear tendencias vinícolas, pero sí de adaptar nuestras producciones a las modas que otros van marcando. La reestructuración de nuestro viñedo, o el perfil de los productos elaborados así lo demuestran y, quizás, habrá llegado el momento de romper algunos esquemas que nos han ido acompañando tradicionalmente e ir aprovechando tendencias que nos pueden ser muy favorables.
Sin duda, la elaboración de vinos con bajas adiciones de cualquier producto químico en su cultivo o elaboración (llámese cómo se llame, que no necesariamente debe llevar la etiqueta de ecológico, natural, biodinámico…), tan fácil de realizar en nuestro país, puede ser una gran oportunidad. Y así viene poniéndose de manifiesto desde hace varios lustros con la producción ecológica, donde España es el mayor país del mundo en cultivo en este tipo de producto vitivinícola y creciendo.
Así como en la elaboración de rosados. Vinos complicados y delicados donde los haya y que en los últimos tiempos se han puesto de moda fuera, especialmente Francia donde hacen furor entre los jóvenes, y cuya moda parece que está empezando a traspasar nuestras fronteras. La incorporación en la cartera de productos de muchas de nuestras bodegas, y de manera muy especial de aquellas grandes empresas que disponen de recursos para destinar al análisis de los mercados y tendencias de consumo, hacen prever un boom en este tipo de producto en nuestro país.
Recientemente la Fundación para la Cultura del Vino organizaba en Madrid, con gran éxito de asistentes y conferencias, su Encuentro Técnico y lo dedicaba, precisamente, a la elaboración de vinos con bajas dosis o sin sulfitos, entre cuyas charlas se abordaba precisamente la elaboración de vinos rosados.
Italia consiguió darle un vuelco muy importante a sus exportaciones gracias, entre otras muchas cosas, al prosecco. Con él no solo consiguió abrirse un hueco en los principales mercados de precio mundiales, sino que además mejoró la imagen global de sus vinos y elevó sustancialmente el precio medio de sus ventas. Por no mencionar el efecto que tuvo entre sus jóvenes y la recuperación de consumo que supuso. ¿Solucionó el problema de pérdida de consumo en el mercado interno? Pues claro que no. Pero encontró una punta de lanza con la que abrir un hueco allá donde el mercado parecía saturado.
¿Serán los rosados, blancos, jóvenes o los grandes reservas con los que lo tengamos que hacer nosotros? Pues no lo sé. Pero sí sé que tenemos condiciones naturales, conocimientos, medios técnicos y necesidad de hacerlo. Y lo vamos a hacer, sin duda. Solo hay que confiar en que sean los menos posibles los que se queden por el camino.