Hace apenas unos días, me preguntaba en este mismo espacio cuál debe ser el papel que han de jugar en un futuro nuestras denominaciones de origen, y si lo sucedido en varias de ellas no era más que la consecuencia evidente de que el modelo necesita un cambio, una adaptación a los nuevos tiempos, consumidores y mercados que encuentren en este patrimonio vitivinícola un elemento diferenciador y clarificador de calidad, superando viejas barreras de conceptos que apenas entienden y no acaban sino generando la confusión en los compradores y el malestar en la producción.
Mentiría si dijera que me ha sorprendido la cantidad de firmas autorizadas del sector que en estas últimas semanas han coincidido con esta apreciación. Incluso podría llegar a decir que me satisface encontrarme con algunas iniciativas que emanan desde el mismo sector, como la del Club Matador, pronunciándose en estos mismos términos.
Pero todavía lo haría más, lo de mentir digo, si dijera que me ha dejado atónito la impasibilidad con la que el tema está siendo abordado por los propios consejos reguladores. He de confesar que me sorprende que organizaciones como la misma Confederación de Consejos Reguladores no haya reaccionado organizado reuniones públicas (quiero pensar que de manera privada sí lo han hecho), en las que debatir este asunto. Tomando la iniciativa sobre un tema que les atañe de manera directa y que, en mi humilde opinión, abordado de mala manera puede llegar a poner en peligro a más de una de ellas y dañar seriamente la imagen de todo el modelo.
La campaña 2015/2016 se iniciaba allá por el mes de agosto repleto de nuevas iniciativas y proyectos que prometían poner al sector español en la senda de la mejora de su posición en los mercados internacionales y el aumento del valor añadido de sus vinos. Se anunciaba la creación de organizaciones transversales dirigidas a aprovechar las sinergias de todo el sector. Se contaba con las administraciones para coordinar y dotar de argumento legal estas iniciativas.
Y, no vamos a decir que todo esto se ha quedado en agua de borrajas, porque ni es verdad, ni me quiero imaginar, si quiera, esta posibilidad; pero lo cierto es que van pasando los meses, los problemas nos van saltando a la cara y el sector sigue haciendo lo mismo de siempre: mirar hacia otro lado, señalar como culpables a todos menos a él y desgastándose en apagar fuegos, en lugar de construir una base sólida sobre la que crecer.
¿Los responsables de los Consejos Reguladores no se han enterado aún que los consumidores prefieren vinos con sabor local en lugar de las imitaciones de vinos franceses, autorizadas por algunas DO que parecen bazares chinos donde se encuentra de todo?