Un sector que intenta adaptarse

A estas alturas, es poco discutible que el sector vitivinícola europeo es un sector claramente intervenido, en el que todavía hoy son muchos los aspectos, algunos de ellos de gran importancia, que están regulados, dificultando seriamente la ley de la oferta y la demanda, y la aplicación del principio básico de la competencia. Pero no por poco discutible la cuestión deja de tener su importancia y generar conflictos entre quienes optan por querer mantener esta situación y quienes aspiran a una liberalización total del sector.

Un buen ejemplo de esta situación la encontramos en la prohibición de plantación de viñedo, regulada anteriormente con los derechos de plantación, transformados desde el pasado 1 de enero en autorizaciones administrativas.

Y es que una de las primeras decisiones que debe adoptar el Ministerio presidido por la ministra en funciones, Isabel García Tejerina, es la fijación del porcentaje de nuevas plantaciones en España para el 2016.

Para ello el Magrama ha abierto las negociaciones con los representantes del sector, especialmente organizaciones agrarias y empresariales, con una propuesta de 6.000 hectáreas, un 0,6% de nuestra superficie y con el que pretende contentar a aquellos que aspiran a la liberalización y, consecuentemente, optan por acogerse al máximo posible, y aquellos otros que, con su limitación al 0,001% pretenden regular la oferta favoreciendo el aumento de los precios en origen de las uvas y vinos, ninguno de los dos productos en sus mejores momentos. Unas porque los precios a los que se han pagado las uvas han resultado insuficientes para cubrir los costes de producción en muchas de regiones vitícolas españolas, y otros (los mostos y vinos) porque, a pesar de una producción “moderada”, no consiguen levantar sus cotizaciones ni hacer del mercado una lonja con gran actividad, limitándose las operaciones a adquisiciones muy concretas de vinos con especificaciones muy precisas.

Sea como fuere, el caso es que el sector debe acoplarse a un mercado mucho más competitivo del que actualmente disfruta por cuestiones de índole internacional, económica y de oportunidad para nosotros. Somos el país con mayor extensión de viñedo y con precios más bajos, pero también uno con una calidad media más elevada. Somos extraordinariamente competitivos y cuanto antes nos lo creamos y vayamos en esa dirección, más rápidamente alcanzaremos precios dignos y rentables para nuestras uvas, mostos, vinos y alcoholes.

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