Todo parece indicar que las exportaciones españolas vitivinícolas se encaraman hacia un nuevo récord histórico en este año que toca a su fin. Los tres mil millones se antojan una cifra alcanzable. Tres mil millones de euros, por tres mil millones de litros. Cantidad nada despreciable para un sector que apenas alcanza los mil millones de litros en su consumo interno.
No obstante hay que ser prudente con estas estimaciones, ya que el comportamiento en estos dos últimos meses (los datos más actualizados están referidos a septiembre) no ha sido tan bueno como cabía esperar. Mayores producciones (+13%) en Italia, el tercer país más importante por volumen; y una cosecha más o menos similar en Francia, el país al que más vino vendemos, son un serio inconveniente para que se cumpla este alentador vaticinio. Como así lo están poniendo de manifiesto las escasas operaciones comerciales, muy por debajo de las cerradas en las últimas campañas, a tenor de lo manifestado por los operadores. Situación que está conteniendo unas cotizaciones que la producción califica de insuficientes para cubrir los costes de elaboración y los compradores de poco atractivas para abordar los mercados internacionales de granel.
Lo que nos llevaría de nuevo a la repetida conclusión de que tenemos que ser capaces de ir dotando de valor a nuestros vinos si queremos disfrutar de un mercado más estable, además de rentable.
Los últimos datos de producción hechos públicos por la Dirección General Agri y que están fechados el pasado día 9 de diciembre elevan la producción de la Unión Europea un 2,9% hasta cifrarla en 171,1 millones de hectolitros. Lo que no parece que fuera mucho incremento, si no fuera porque se da la circunstancia de que los dos principales países productores (Italia 50,34 y Francia 47,7 Mhl) son al mismo tiempo, nuestros principales clientes.
Pero no debemos preocuparnos en exceso. El consumo interno en España está dando claras muestras de recuperación. Las ventas navideñas presentan incrementos cercanos al ocho por ciento en la mayoría de productos, y aunque no disponemos de cifras referidas a la venta de vinos y cavas, todo parece indicar que no será muy diferente de los manejados por los fabricantes de turrones y polvorones, jugueteros o asociaciones de comerciantes y gran distribución. Beberemos más vino, mejoraremos su imagen y recuperaremos la presencia en las mesas y celebraciones en estos días.
El sector, por su parte, ha tomado consciencia de la necesidad de apostar seriamente por el mercado interior, acercándose a los consumidores y haciéndoles partícipes de los grandes cambios entre estos vinos y los de hace unas décadas. Presentaciones, tipologías, envases y etiquetas, incluso tamaños y cierres; ponen de manifiesto que el vino de nuestros padres tiene muy poco en común con el que beben, o por el que se interesan nuestros hijos.
Lamentablemente, todavía nos queda mucho por hacer. No acabamos de encontrar la forma de llegar hasta ellos y nos resistimos a adaptarnos a sus exigencias. Pero tenemos lo más importante: su interés, su curiosidad, su predisposición a escuchar…
Afrontamos un nuevo año 2016 lleno de cambios y proyectos encaminados a adaptarnos mejor a una sociedad del siglo XXI que nos exige más y a menor precio. La profesionalidad se va apoderando de nuestro sector a pasos agigantados, las subvenciones van dejando paso a la eficiencia y competitividad y los políticos, ¡ay los políticos!, estos y los que vengan tomando consciencia de que su trabajo está en facilitar la labor de las empresas, no en convertirse en ellas, ni en ponerles obstáculos para que se desarrollen y creen empleo.
¿Se les ocurre mejor deseo para el nuevo año?
Feliz 2016