La lógica parece indicar que cualquier solución que quiera adoptarse a la hora de abordar el problema de excedentes que presenta el sector vitivinícola español debe ser analizada con la mirada puesta en Castilla-La Mancha. La alta concentración de superficie, de casi el cuarenta y siete por ciento del total del viñedo plantado, o el más del cincuenta y cinco por ciento que supone su producción; así lo hacen presumir.
Los precios a los que son pagados sus uvas, mostos y vinos, tampoco es que parezcan quitarle la razón a aquellos que ante cualquier análisis señalan a la región castellanomanchega como la “responsable de todos sus males”.
Claro que si consideramos que la profesionalización del sector es la mejor vía para hacer un sector competitivo y acoplado al mercado; y que esta llegada de profesionales lleva aparejada la existencia de un capital económico que sea gestionado con el principal objetivo de maximizar los beneficios, podría hacernos cambiar la perspectiva del problema y llegar a cuestionarnos algunas premisas bajo las que parecen pivotar la mayoría de los análisis que sobre el futuro del sector vitivinícola se elaboran.
No es discutible que ante la pregunta de qué queremos, la respuesta sea unánime: vender más y mejor. Y solo cuando entramos a definir qué, cómo, dónde y a quién, nacen las discrepancias. Complicando sobremanera la posibilidad de ponernos de acuerdo en la elaboración de un Plan Estratégico que nos conduzca hasta tan anhelado objetivo.
Vender más y mejor es hacerlo envasado y con indicación geográfica protegida, nos indican profesionales de reputado prestigio. Y es verdad, pero eso no significa que todo deba ser elaborado y vendido así, y que una buena parte de nuestra producción no podamos seguir vendiéndola a granel y sin I.G.P.
En precios unitarios, son los vinos con D.O.P. y envasados los que más caros vendemos, y los graneles de mesa (permítanme utilizar esta nomenclatura aunque ya no esté en uso) los más baratos. Pero ¿están seguros de que son las bodegas que más ganan las que venden los primeros vinos y las que venden el segundo tipo de vino las que más pierden?
Pretender tener un modelo único es algo más propio de economías dirigidas y países con un bajo nivel de libertad. Definir oportunidades y profundizar en el conocimiento de nuestro potencial productivo y los mercados parecen herramientas más acordes a la sociedad actual.
Valorizar el vino es fundamental, sea cual sea y lo vendamos en el formato en el que lo vendamos. Pero eso pasa por hacerlo nosotros mismos. Por conseguir que la población española lo considere un producto de calidad y por el que esté dispuesto a pagar un mayor precio. Somos el país del mundo en el que más barato se vende el vino, y en cambio somos de los que presentamos un consumo per cápita más reducido. Luego nuestro problema podría no estar tanto en el precio y sí mucho más en la educación y conocimiento de la población. Invertir en formación, educar en un consumo responsable, pueden ser dos de los ejes sobre los que deban desarrollarse nuestras estrategias de desarrollo.
En las siguientes páginas podrán encontrar gran detalle datos de superficie, producción, consumo, y exportaciones. Y todos ellos, analizados con algo más de miras que las de querer hacer grandes brindis al sol, vienen a demostrar que el sector vitivinícola español tiene un gran potencial, como así lo demuestran las grandes inversiones que importantes grupos financieros están haciendo. Que tenemos una deuda histórica con nuestros jóvenes a la hora de formarlos como enófilos. O que son precisamente las bodegas de las zonas más “deprimidas” las que más aumentan sus beneficios, donde más crece la superficie o más mejoran sus rendimientos.
La velocidad con la que aprovechemos estas oportunidades dependerá de nuestra capacidad de trabajar juntos.