Las vendimias en España

Con la suma de Rioja y Ribera, amén de otras denominaciones de origen caracterizadas por su tardía incorporación a las labores de vendimia, podría decirse que España hierve en mosto y las previsiones van ajustándose con los datos de balanzas y refractómetros.

Aspecto en el que las diferencias no están siendo tantas como en años anteriores. No sé muy bien si por la concienciación de los operadores de contar con una información ajustada que les permita programar adecuadamente la campaña, o porque la propia evolución de la cosecha no ha presentado grandes incidencias que justificaran semejantes discrepancias como las habidas en años anteriores. El hecho es que, prácticamente desde el primer momento en el que comenzaron a descargar los remolques, allá por mediados de agosto, las estimaciones manejadas han coincidido en una estrecha horquilla de apenas dos millones de hectolitros que ha encontrado en los cuarenta y un millones de hectolitros su epicentro.

Lo que tampoco ha diferido mucho de lo sucedido con el otro gran tema, el precio de la uva, en el que la obligación de la formalización de los contratos ha supuesto, en muchos casos, un cambio sustancial sobre la forma de operar de algunas bodegas que acostumbradas a recepcionar las uvas sin precio, ni plazos de pago, han tenido que asumir la obligatoriedad de que no podía entrar ni un solo kilo de uva en la bodega sin el correspondiente contrato en el que figurara el precio al que iba a ser pagada, y el plazo, nunca mayor de 30 días, en el que debía ser liquidado su pago.

Mención aparte merecen las tradicionales tensiones que han vivido viticultores y bodegas por el precio de la uva y que, con mayor o menor celeridad, se han ido superando. Utilizando el criterio de la pérdida de cosecha con respecto a la del pasado año, o la buena evolución de las exportaciones, para justificar algunas organizaciones agrarias el abuso que, para ellos, supone el bajo incremento que ha experimentado el precio de la uva.

Las condiciones meteorológicas de este año han sido beneficiosas para la vid y la uva. Las bajas temperaturas nocturnas y las cálidas diurnas han mejorado la calidad del fruto. Además, la sequía de esta campaña ha disminuido el número de plagas y enfermedades en las viñas, ocasionando un ligero adelanto en el norte sobre las fechas tradicionales de vendimia, que en el centro se vieron sometidas a alguna interrupción ante parámetros analíticos que no alcanzaban los valores requeridos y una evolución mucho más lenta de la maduración del fruto de la esperada como consecuencia, principalmente, de la escasez de precipitaciones.

Aunque no ha sido este el único efecto que la falta de agua en los meses estivales ha ocasionado en la cosecha, cuya producción de secano, que ocupa el centro y sur peninsulares, y que las últimas tormentas estivales han afectado gravemente a las viñas de zonas concretas, reflejará pérdidas de producción. Que en algún caso se verá suplida por la procedente de los viñedos regadíos, pero que en ningún caso alcanzará a compensarla por completo.

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