Tener una perspectiva alejada de lo que está sucediendo ayuda en muchas ocasiones a ver mejor los problemas y, especialmente, a tener un visión a largo plazo sobre lo que puede acabar sucediéndonos, mucho más enfocada. Aunque los del vino siempre nos hemos creído algo especiales. Hemos luchado, y conseguido hasta ahora, tener una legislación propia y una concepción de producto que va mucho más allá de sus estrictas características físicas, pero convendría no olvidar que cada vez son más los que están empeñados en que esto deje de ser así.
Ya sé que la leche tiene bien poco que ver con el vino, salvo que se trata de dos productos de los que conforman la Dieta Mediterránea. Aunque precisamente por eso, me ha llamado tanto la atención que la, tan polémica, cuota láctea, haya pasado a la historia desde el 1 de abril. Poniendo fin a un periodo de treinta años, en los que ha provocado graves problemas en un sector tan débil y que se caracteriza por una grandísima oferta y una escasa distribución. A partir de ahora imperará la ley de la oferta y la demanda, y los ganaderos deberán acomodarse a ella.
Por otro lado el recién nombrado presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, no se cansa de repetir que una de sus máximas prioridades es la simplificación de la norma, la reducción de un acervo legal comunitario que complica mucho su interpretación y la aplicación de la libre circulación de personas y mercancías que preside la esencia de esta institución. Por no hablar de los graves problemas que tienen algunos gobernantes para explicar en sus respectivos países su aportación a las arcas de una Unión Europea, que en su opinión mantiene políticas económicas de una época pasada, basada en la subvención de la producción y que debería evolucionar hacia la libertad de mercado y la competitividad.
De momento, el sector del vino mantiene su propia OCM, la dotación a los Planes de Apoyo Nacional, Pagos Únicos y regula, de alguna manera, con los derechos o futuras autorizaciones administrativas, la producción. Al tiempo que anima sus operadores a adaptarse a los mercados, lo que les obliga a conocer mejor los mercados y salir fuera a vender.
En España, aún afectados por todas estas circunstancias, tenemos que afrontar un importante reto, que es la valorización de nuestros vinos. No solo hay que recuperar un consumo interno hundido, sino que, además, lo que vendemos fuera lo debemos hacer a un precio mucho más alto si queremos tener futuro.
No sé si la leche y el vino se parecen mucho. Hasta dónde pueden llegar sus similitudes y diferencias. Pero sí sé que las cosas están cambiando a marchas forzadas, que nada es lo que era y que el modelo económico de los próximos años se caracteriza por unos recursos financieros limitados. La reconversión del modelo productivo es imparable y, más tarde o más temprano, acabará afectando a nuestro sector en lo que hasta ahora ha sido su línea de flotación.