Sería falso negar que en algunos momentos no nos surge la tentación de pronunciar aquella frase que no se debe decir nunca de “ya lo decía yo”. Especialmente cuando ves como otros intentan atribuirse haber sido los primeros en hacerlo. Afortunadamente, los medios escritos tienen estas cosas, y es que queda ahí para el resto de los días, permitiendo que cualquiera que esté medianamente interesado pueda hacer un seguimiento histórico. De cualquier, forma, lo más interesante no es quién lo ha dicho primero, y sí cuánto de seguimiento y asunción por parte del sector tienen tus palabras.
Con cierta razón (lo digo por las veces que me lo recriminan, algunas sarcásticamente y otras no tanto) me atribuyen una cierta obsesión con el tema de las estadísticas y la “opacidad” con la que quien es el responsable de mantener al sector informado, la Administración, trata este tema. Pero es que no hay forma de tomar decisiones sin información. Y una buena parte de esa información debe estar contenida en los datos de precios, superficie, producción, exportaciones, consumo, existencias,…
Nos lamentamos con cierta indulgencia de la falta de capacidad de nuestras bodegas para abrir mercados con mayor valor añadido, del bajo perfil de precio que presentan nuestros vinos en los mercados exteriores, del bajo consumo que tenemos en España y de los profundos cambios que han experimentado los hábitos de consumo. Incluso nos atrevemos a responsabilizar a los demás de ser incapaces de unirse para juntos afrontar estos retos, olvidando la escasa disponibilidad que tenemos nosotros mismos por hacerlo.
Afortunadamente las cosas están cambiando, y mucho, en el sector. Especialmente en la toma de conciencia de que “todos” vamos en el mismo barco, que no es posible evolucionar uno a costa de otro, que el crecimiento y los cambios los debemos hacer de manera conjunta y con una alta dosis de corresponsabilidad. Y aunque todavía existen algunas rémoras del pasado y tentaciones de aspirar a que sean “otros” los que nos solucionen nuestros problemas, ya parece que hemos asumido que cada uno debe hacer lo que le corresponde. El sector estudiar sus posibilidades y marcar objetivos y planes de desarrollo a corto, medio y largo plazo; y la Administración poner a disposición del sector el marco jurídico que permita disponer de las herramientas con las que hacerlo.
La recién creada Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) es un excelente ejemplo. Para todo. Para explicar cómo el sector ha tomado conciencia del papel que debe desempeñar en su futuro. Pero también, de cuáles son sus objetivos prioritarios: recuperar el consumo interno, diseño de estrategias de comercialización, contractualización sectorial, regulación de la oferta y la demanda, y fomento de la I+D+i; y la labor del Ministerio, coordinar y gestionar la información con la que hacer posible la aplicación de una extensión de norma que permita la financiación para alcanzar esos objetivos
Hay que tomar decisiones pues estamos haciendo el ridículo.
En ELMUNDOVINO del pasado día 21 he visto un estudio de Robobank sobre el consumo de vino de los jóvenes donde dice: «Esas dos generaciones (entre 20 y 50 años) ya son las que mueven el mercado, y tienen mucho más interés por los vinos «premium» que sus mayores. Se interesan por productores más pequeños, de mayor PERSONALIDAD, de zonas menos tradicionales, más artesanales.»
Las imitaciones de vinos franceses, que algunos vinicultores españoles siguen produciendo con tanto entusiasmo, no son pues vinos que puedan interesar a la juventud.
El año 2000 la Federación Española del Vino (FEV) dijo que crearía un «Lobby» europeo para ganar la batalla del mercado mundial del vino. No me consta que se haya creado…