Una de las cuestiones en la que todos los actores involucrados en esto tan complicado que es vender vino coinciden es en la necesidad de disponer de una información fidedigna con la que poder tomar decisiones. Así como en el papel que deben desempeñar, en todo este asunto, las administraciones, poseedoras de la información y responsables de hacérsela llegar de forma gratuita y actualizada al sector. Dos aspectos: producción y existencias, son datos básicos a conocer si se quiere poder realizar una estrategia comercial adecuada y amoldada a la realidad de los mercados.
Conscientes de esta realidad, desde el Ministerio se trabaja en la publicación de un Real Decreto que modifique el actual 1244/2008 que establece las declaraciones obligatorias (producción y existencias) en las que no solo se produciría una anticipación de las fechas actuales, sino que se añadirían dos declaraciones más de existencias que permitieran hacer un seguimiento del mercado y aventurar posibles cambios en sus cotizaciones.
La de cosecha, cuyos datos no son comunicados al Magrama por parte de las CC.AA., y cuyo plazo de presentación actualmente finaliza el 10 de diciembre, se adelantaría al 20 de octubre y sus datos serían comunicados al Ministerio antes del 1 de noviembre. La de producción, se mantiene en fecha con el 10 de diciembre como fecha tope para su presentación, pero con una notable salvedad, ya que el 15 de febrero que hay fijado como tope para facilitar dicha información al Magrama, pasaría a ser el 20 de diciembre. Y las declaraciones de existencias pasarían a ser tres, una a final de campaña, 31 de julio, y otras dos intermedias, 31 de diciembre y de marzo, cuya información deberá estar en poder del Ministerio antes del 10 de septiembre, 30 de enero y de abril, respectivamente.
Superado este primer obstáculo de la información, podemos entrar a cuestionarnos sobre si la puesta en marcha de una destilación obligatoria a cargo del sector, mediante la publicación de una norma de comercialización, hubiese sido necesaria o no. Incluso ir un poco más allá imaginándonos que el conocimiento de las existencias puede permitirnos evitar los profundos dientes de sierra que son tan habituales en nuestras cotizaciones.
Mi impresión es que nada de todo esto es suficiente, pero todo es necesario, y que el sector ha dado importantísimos pasos en estos últimos meses hacia la concepción de un sector profesionalizado y autosuficiente, donde la corresponsabilidad y autorregulación han pasado a presentarse como cuestiones básicas de su funcionamiento; y la coordinación y colectividad, como objetivos irrenunciables de cara a conseguir un sector competitivo y potente en los mercados exteriores.
Por si todo eso no fuera bastante, la puesta en marcha de organizaciones de productores o la misma Interprofesional deberían ayudarnos a ir cubriendo etapas y objetivos que nos condujeran hacia ese horizonte de coherencia entre superficie, producción, calidad, consumo, exportaciones y precios. Tenemos que limar esas puntas que impiden disfrutar de un vino redondo y equilibrado.
Esperemos que dentro de muy poco podamos comenzar a poder dar información sobre los objetivos y proyectos de extensión de norma de la Organización Interprofesional del Vino, y aunque sus resultados se harán de rogar, habrá que tener paciencia, creer en la importancia de recuperar el consumo interno, valorizar nuestros productos y mejorar nuestra imagen en los mercados exteriores. Para ello harán falta recursos, pero también tiempo y confianza en que vamos todos en el mismo barco y así su navegación nos resultará fructífera a todos.