Veinte años, para seguir igual

Considerando que la adaptación del sector al mercado es más una cuestión de necesidad que una posibilidad. Teniendo en cuenta que con estudios de mercados, o sin ellos; con análisis de lo que buscan los consumidores o simplemente aplicando la pura lógica; el sector debe proceder a un cambio importante en su aspecto productivo, enfocando el problema tanto desde el punto de vista de los mercados (producir lo que demandan los consumidores), como de la producción (ajustar la oferta a las necesidades).      No debería sorprendernos mucho que el precio de la hectárea de viñedo de transformación en secano en España haya vuelto a bajar durante 2013 y sea el sexto año consecutivo en el que lo hace, situándonos a niveles del año 2000, con un precio de 12.553 euros.

Claro que, si en lugar de tomar este dato, hacemos los ajustes necesarios en la unidad monetaria para poder compararla y corregimos los efectos de la inflación con el deflactor del PIB a precios de mercado trabajando con euros constantes, nos encontraríamos con la desagradable sorpresa de que el precio de la hectárea está en los niveles de 1983, con 3.513 euros/hectárea en 2013 frente los 3.436 del mencionado año.

¿Significa esto que los viñedos viejos no tienen valor? ¿Que exigimos bajos rendimientos esgrimiendo criterios de calidad para unos productos que luego no son capaces de soportar sus mayores costes?

Sorprender, lo que se dice sorprender, no debería mucho. Ya que si bien veinte años son muchos para que el precio de la tierra no haya cambiado; la mayoría de los esfuerzos que se han hecho en nuestro viñedo con los planes de reestructuración y reconversión del viñedo han sido, precisamente, para transformarlos en regadío. También para sustituir variedades autóctonas y adaptadas a las condiciones del terreno por otras “mejorantes”, de las que apenas se sabía nada sobre sus posibilidades de acoplamientos en esas condiciones de producción. Pero desde luego, como primer objetivo, proceder a esa transformación por el dominio del agua.

Un recurso que cada vez se está mostrando más como “el petróleo del siglo XXI”, como ya lo definen algunos economistas y que se está demostrando se ha convertido en uno de los bienes más preciados y por el que siguen entablándose guerras violentas entre los pueblos.

Hacer un uso adecuado de este bien y mejorar la eficiencia de nuestros recursos no solo en el cultivo, sino también en todos los procesos de elaboración, crianza y puesta a disposición del producto; se ha convertido en un objetivo prioritario para algunas bodegas, y está llamado a extenderse a muchas otras en los próximos años.

Ya no solo estamos hablando de una mayor concienciación de viticultores y bodegueros por la utilización más sostenible de los recursos. Ni tan siquiera de la posibilidad de poder transmitir a sus clientes ese espíritu de responsabilidad medioambiental, o hasta qué punto las etiquetas de productos ecológicos se quedan en un ‘label’ identificativo de una filosofía de vida o van más allá y son utilizadas como argumentos comerciales que justifiquen mayores precios por un producto similar y atraiga a un determinado tipo de consumidor. Estamos hablando de recursos que son limitados y escasos, frente una población que crece a ritmo vertiginoso mucho más rápido que las alternativas a los tradicionales usos.

Dentro de unos pocos días tendrá lugar en Vilafranca del Penedès la 4ª Conferencia Internacional de Vitivinicultura Ecológica, Sostenible y Cambio Climático “EcosotenibleWine”, en la que se darán cita expertos mundiales para debatir sobre la situación actual y las posibles alternativas a los productos utilizados o los modelos productivos empleados.

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