Hace ya algunas semanas anunciábamos que el simple hecho de elaborar un Real Decreto de comercialización, aprobado la pasada semana, por el que el sector era el único responsable de ajustar su producción a la demanda del mercado y, en consecuencia, el que debía correr con el coste que ello supusiera, alivió mucho la tensión que por entonces se vivía y “obligó” a los operadores a encontrarle acomodo a una producción para la que, hasta entonces, no existía salida y estaba tirando por tierra las cotizaciones.
Las bodegas, ante la disyuntiva de vender su vino barato o quemarlo en una destilación cuyos costes correrían a su cargo, eligieron la menos mala de las alternativas y se pusieron como locos a buscarle comprador. Resultando el mercado exterior el único con capacidad suficiente. Como así lo demuestran los “espectaculares” datos de exportación de julio, en el que se exportaron 1,38 millones de hectolitros de vino tranquilo a granel, un 64,4% más que el mismo mes del año pasado; destacando de manera sobresaliente lo sucedido con los varietales a granel, que aumentaron un 206,2%.
Hoy sabemos a ciencia cierta que, tras la reunión celebrada el pasado viernes del Magrama con el sector, la destilación no se va a producir, como ya adelantamos. Ahora queda analizar las consecuencias que ello tendrá en el futuro de nuestra industria.
Hacer del sector vitivinícola un colectivo maduro y responsable, consciente de que los problemas de sus excedentes deben ser resueltos por ellos mismos, no es ninguna tontería ya que de facto puede suponer el punto y final a ese recurso frecuente de que fuera la Administración la que le solucionara los problemas. Y aunque, posiblemente, de esto surja la necesidad de buscar la forma de llegar a algún tipo de Plan Nacional que permita equilibrar la oferta a la demanda, elevando los precios de los vinos, mostos y uvas; eso está por venir y confiemos en que no sea necesaria la aplicación de esta medida de destilación en ningún momento.
Lo que ya no está tan claro es que debamos sentirnos muy orgullosos de la forma en la que hemos resuelto este problema, ya que seguimos sin conocer cuál es el potencial de producción al que nos enfrentamos en España, nuestra única salida sigue siendo la exportación ante un mercado interno que sigue perdiendo mes a mes consumo; y la única razón por la que parece que conseguimos vender es en base a los bajos precios (0,39 €/litro los vinos sin indicación de origen -ya sea con indicación de variedad o sin ella-). Lo que debería hacernos reflexionar sobre si a esos precios somos competitivos o, por el contrario, no supone más que perder en cada litro que vendemos.