La lluvia pone en peligro la vendimia

Aunque las lluvias de los últimos días podrían considerarse más un engorro que una circunstancia positiva para aquellas zonas que todavía no han acabado las tareas de vendimia, y que son la inmensa mayoría de regiones; todavía es posible utilizar el calificativo de “excelente” para definir el estado sanitario en el que están llegando a los lagares las uvas de esta cosecha.

Notablemente en menor cantidad respecto al año pasado y a precios también inferiores de los que se comprometieron entonces. La aparición de brotes de podredumbre es quizás lo que más preocupa a los viticultores de aquellas zonas donde, precisamente, mejor apuntaba la cosecha en cantidad; y que, frente un fruto con grandes posibilidades pero inmaduro, deben optar por dejar que acabe de alcanzar todos los niveles requeridos, asumiendo un alto riesgo con la climatología que se anuncia para esta semana. U optar por una posición mucho más conservadora y comenzar a meter la uva en las bodegas lo más rápidamente posible, aunque sea a costa de dejarse un poco de excelencia en el camino.

Los precios que están ofertando las bodegas podrían ser un buen argumento en la toma de una decisión tan importante, ya que las diferencias entre la cotización de una uva madura y otra que no ha desarrollado todo su potencial son muy considerables. Llegándose a establecer horquillas cuyos extremos difieren en más del doble uno de otro. Aun así, el riesgo que ven algunos viticultores es mucho y no todos están dispuestos a jugársela.

Circunstancias que, por otro lado, no han alterado mucho, al menos de momento, las estimaciones de producción, que se mantienen en el entorno de los cuarenta, cuarenta y dos millones de hectolitros. Rango en el que se encuentra la última publicada por el Magrama de 40,3 Mhl, aunque se corresponda con los datos de julio. Dato inequívoco de la tranquilidad con la que ha ido evolucionando este año la cosecha.

Estabilidad que tiene su traslación a las cotizaciones de las uvas, prácticamente inalterables desde que las primeras bodegas fijaron sus tablillas y que está teniendo su traslación en aquellas otras zonas que recién abiertas están fijando precios muy similares o ligeramente inferiores (no más de un diez por ciento) a los del pasado año. Eso sí, respetando esos niveles de calidad de los que hablábamos al principio de este comentario.

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Adiós a la destilación, ¿una buena noticia?

Hace ya algunas semanas anunciábamos que el simple hecho de elaborar un Real Decreto de comercialización, aprobado la pasada semana, por el que el sector era el único responsable de ajustar su producción a la demanda del mercado y, en consecuencia, el que debía correr con el coste que ello supusiera, alivió mucho la tensión que por entonces se vivía y “obligó” a los operadores a encontrarle acomodo a una producción para la que, hasta entonces, no existía salida y estaba tirando por tierra las cotizaciones.

Las bodegas, ante la disyuntiva de vender su vino barato o quemarlo en una destilación cuyos costes correrían a su cargo, eligieron la menos mala de las alternativas y se pusieron como locos a buscarle comprador. Resultando el mercado exterior el único con capacidad suficiente. Como así lo demuestran los “espectaculares” datos de exportación de julio, en el que se exportaron 1,38 millones de hectolitros de vino tranquilo a granel, un 64,4% más que el mismo mes del año pasado; destacando de manera sobresaliente lo sucedido con los varietales a granel, que aumentaron un 206,2%.

Hoy sabemos a ciencia cierta que, tras la reunión celebrada el pasado viernes del Magrama con el sector, la destilación no se va a producir, como ya adelantamos. Ahora queda analizar las consecuencias que ello tendrá en el futuro de nuestra industria.

Hacer del sector vitivinícola un colectivo maduro y responsable, consciente de que los problemas de sus excedentes deben ser resueltos por ellos mismos, no es ninguna tontería ya que de facto puede suponer el punto y final a ese recurso frecuente de que fuera la Administración la que le solucionara los problemas. Y aunque, posiblemente, de esto surja la necesidad de buscar la forma de llegar a algún tipo de Plan Nacional que permita equilibrar la oferta a la demanda, elevando los precios de los vinos, mostos y uvas; eso está por venir y confiemos en que no sea necesaria la aplicación de esta medida de destilación en ningún momento.

Lo que ya no está tan claro es que debamos sentirnos muy orgullosos de la forma en la que hemos resuelto este problema, ya que seguimos sin conocer cuál es el potencial de producción al que nos enfrentamos en España, nuestra única salida sigue siendo la exportación ante un mercado interno que sigue perdiendo mes a mes consumo; y la única razón por la que parece que conseguimos vender es en base a los bajos precios (0,39 €/litro los vinos sin indicación de origen -ya sea con indicación de variedad o sin ella-). Lo que debería hacernos reflexionar sobre si a esos precios somos competitivos o, por el contrario, no supone más que perder en cada litro que vendemos.

Vendimias 2014

Hay campañas en las que prever lo que puede suceder se hace harto complicado, especialmente porque, o bien la calidad está muy alejada (para bien o para mal) de la normalidad; o bien porque los precios a los que arrancan sus mostos y uvas, hacen presagiar una evolución convulsa, con fuertes altibajos en la cotización de sus vinos, que adelantan incumplimientos generalizados de contratos, complicando mucho la comercialización de la cosecha.

En cambio hay otras en las que las previsiones de cosecha van todas en la misma línea, con diferencias (lógicas), de dos o tres millones de hectolitros. Los precios de las uvas se mantienen estables y los de los mostos anticipan los vaivenes naturales de un mercado, pero sin oscilaciones bruscas o inesperadas.

Pues bien, la campaña 2014/15 parece que será de este último tipo. Una campaña dominada por la prudencia, que se inicia con precios bajos en las uvas y mostos, y que con el devenir de la campaña y vista la evolución de las exportaciones, irán ajustándose al alza, sin grandes aspavientos, pero de manera constante.

Sin duda, la calidad ayuda bastante a esta estabilidad, ya que hace innecesarios abastecimientos de partidas que no estén muy comprometidas con necesidades muy concretas de cada elaborador.

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Una campaña tranquila

Decir que todo lo sucedido el año anterior con las cotizaciones, existencias, solicitud de medidas excepcionales, etc. podía haberse evitado con una buena planificación de la campaña, basada en unas estadísticas fiables y disponibles para el conjunto del sector en los primeros momentos de iniciarse la vendimia, podría ser un tanto exagerado, especialmente porque si por algo se caracterizan los mercados es por su variabilidad e imprevisibilidad. Ahora bien, restarle toda la importancia y llegar a considerar que el sector debe planificar su campaña sin información sobre estimaciones de producción está muy alejado de lo que, en mi opinión, es lo deseable.

Y aunque no sería fácil de demostrar, creo que la experiencia de lo sucedido en la pasada campaña y la coincidencia (dos millones de hectolitros arriba o abajo) de las estimaciones publicadas por las diferentes organizaciones y administraciones; es precisamente lo que está permitiendo que transcurra esta campaña 2014/15 sin muchos problemas.

Lo que no justifica que el Magrama, a día de hoy, 17 de septiembre, solo haya publicado una sola estimación de cosecha referida al mes de junio, cuando muchos racimos todavía no habían ni enverado y las lluvias, o falta de ellas (que no sé qué es más transcendental), no se habían producido.

Y aunque soy capaz de reconocer que pueda tener una cierta obsesión con este asunto, que me lleva a exigir información a quién no tiene más obligación que la comprometida con sus socios que son las que lo sostienen; creo que las diferentes administraciones tienen la obligación de facilitar un mínimo de herramientas con las que permitir que cada uno de nuestros viticultores y bodegueros tomen sus propias decisiones. Y la información contenida en las estadísticas me parece una de las más básicas.

El pasado 12 de septiembre el Consejo de Ministros aprobaba el RD 774/2014 sobre la norma de comercialización del vino por el que se establece la base jurídica para llevar a cabo una destilación obligatoria a cargo de los propios productores cuando las circunstancias del mercado así lo hagan necesario. Que no su aplicación, que solo se producirá tras la resolución de la Dirección General de Producciones y Mercados Agrarios tras la reunión con las organizaciones representativas del sector y que está anunciada para este viernes 19.

Su eficacia está por verse, ya que no se ha aplicado nunca. Pero el mero hecho de que su simple anuncio de aplicación haya hecho que muchas bodegas que pedían a gritos la intervención del Estado, alegando que ellas eran incapaces de encontrar una solución que pusiera fin a la sangría que estaban sufriendo los precios, y hayan podido acabar la campaña con unas existencias que la consejera de Castilla-La Mancha (prácticamente única zona productora afectada por la medida) calificaba recientemente de “normales” y anunciaba que muy probablemente no sería necesaria tal destilación; es en sí misma una prueba de su eficiencia.

¿Qué en algún momento será necesaria acogerse a esta medida extraordinaria y, atendiendo a existencias en bodega y rendimientos, retirar del mercado una cantidad considerable de producción? Pues seguro que sí. Pero de momento hemos demostrado que el sector puede solucionar sus propios problemas; y que si hubiésemos confiado más en nosotros mismos y menos en que “papá Estado” viniera a solucionarnos el problema, mejor nos hubiera ido; y posiblemente menos hubieran bajado las cotizaciones de nuestros vinos. Y para que esto suceda es necesaria la anticipación que solo las estimaciones son capaces de ofrecer.

Las vendimias se generalizan

Confirmando el adelanto que las zonas más tempranas de España presentaban sobre las fechas en las que se generalizaron en el pasado año las vendimias, la incorporación de nuevas zonas no ha hecho sino ratificar este adelanto de entre dos y tres semanas. De esta forma, es posible hablar de unas vendimias que, prácticamente, ya son una realidad en todas las regiones vitícolas españolas.

Circunstancia que no parece estar afectando a ninguno de los parámetros que más importan, y que son los referidos a la cantidad y la calidad, pero también a los precios. Aspecto este último que, aunque puede que no sea en el que más divergencias se producen entre las informaciones que van conociéndose, es el que más preocupa y ocupa a bodegueros y organizaciones agrarias.

Pensar en precios “justos” sería una entelequia. Aspirar a que las diferencias existentes fueran asumidas por las partes, un logro solo alcanzado en contadas ocasiones. Encontrarnos con acusaciones cruzadas, amenazadas de protestas y anuncios de demandas ante los organismos competentes de la competencia por prácticas abusivas es lo que viene siendo habitual, y lo que nos estamos encontrando este año.

Coyuntura que tampoco parece que vaya a hacer cambiar de opinión a unos bodegueros que parecen dispuestos a mantenerse firmes en sus ofertas y a los que, da la sensación, importa muy poco el hecho de que les lleven o no las uvas; como si pensasen que hay suficiente producción como para no tener que preocuparse por comprar ahora o hacerlo en los próximos meses.

Lo que nos lleva directamente a ese otro parámetro, el de la cantidad, del que hablábamos; y que, sin más información que la propiamente recogida y elaborada por nosotros, situaría la cosecha en el entorno de los cuarenta y dos millones de hectolitros de ir normalmente las cosas; y que incluso podría llegar a los cuarenta y cinco, de darse las condiciones meteorológicas óptimas.

Hectolitros de una calidad que no está defraudando, ya que el fruto está llegando en unas condiciones muy buenas y los mostos respondiendo adecuadamente.

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Calidad, un requisito de mínimos

Los datos indican que ni con calidad, ni sin ella, nuestros vinos son valorados por los mercados exteriores. Que solo el precio parece ser un factor determinante a la hora de adquirirlos. Aseveración que podría llevarnos a considerar que todo vale, pues no hay quién esté dispuesto a pagar esa diferenciación. Apreciación alejada completamente de la realidad y que podría ocasionarnos importantes problemas si caemos en la tentación de creérnoslo.

Los datos de nuestras exportaciones son el único mercado en los que conocemos volúmenes y valores, ya que las estadísticas del consumo interno además de ser malas (por incompletas) resultan en algunas ocasiones inconexas e imposibles de contrastar. Un buen ejemplo lo tenemos en esta misma edición con los datos publicados por Nielsen en su informe mensual Market Trends España, cuya información referida al vino está muy lejos de los datos publicados mensualmente por el Magrama en su panel de consumo alimentario.

Pues a pesar de estos datos, sabemos que no es verdad. Puesto que la realidad es que la calidad ya hace mucho tiempo que en exportación y en mercado interior, ha dejado de ser un factor diferenciador para pasar a convertirse en un requisito de mínimos.

Y eso, en momentos como este en los que afrontamos una cosecha inferior a la del pasado año y a unos precios también más bajos, convendría tenerlo muy presente y no caer en la tentación de pensar que todo vale.

Las campañas empiezan y acaban, pero los mercados permanecen. Labrarse una imagen y valorizar los vinos no es cuestión de una campaña sino de muchas cosechas en las que ofrecer una calidad constante que nos permita granjearnos la confianza del consumidor.

Cualquier medida que vaya encaminada a mejorar el conocimiento y consumo de nuestros vinos es siempre bien recibida. Aunque esa ayuda solo pueda ir destinada a hacerlo en terceros países y no dentro de la Unión Europea; como es el caso de los programas de apoyo al sector en las inversiones de los programas de información y promoción. Si estas medidas se vuelven un poco más flexibles en su ejecución, reduciendo del 75% al 50% el grado mínimo de cumplimiento para no ejecutar el aval, pues mejor que mejor. Especialmente dado el alto número de planes que, ante la incapacidad de generar los recursos necesarios por parte de las bodegas con los que llevarlos a cabo en su integridad, han visto esfumarse los avales o garantías depositados.

Más calidad a menor precio

Si por algo se caracteriza esta campaña es por las muchas diferencias que presenta con respecto a la que le precedió. Y es que prácticamente se podría decir que no se parecen en nada.

De momento y, por empezar por lo más simple, podríamos decir que viene adelantada entre una y dos semanas con respecto a la anterior; lo que en opinión de no pocos expertos supone más un retorno a la normalidad, que un adelanto de las fechas previstas, ya que el cambio climático ha ocasionado que aquellas fechas adentradas en septiembre pasaran a la historia hace ya muchas campañas.

Tampoco lo de los parámetros de calidad y cantidad parecen sorprender a nadie, pues dado lo sucedido el año anterior, apostar por menos cantidad y más calidad no entrañaba ningún riesgo. Cuantificar estos parámetros es algo más complejo, pero tampoco mucho, ya en términos cualitativos es seguro que la añada 2014 será mucho mejor que la anterior, dada la diferencia abismal entre el estado sanitario que presenta la uva esta campaña y con en el que llegó a las bodegas la del año pasado.

Hacerlo respecto a la cantidad tampoco parece que vaya a resultar muy difícil, al menos a tenor de la coincidencia que se está dando entre las estimaciones que vamos conociendo. Cuarenta y cuarenta y dos millones de hectolitros, con veintiuno o veintidós en Castilla-La Mancha; es una horquilla que, en estos momentos y con muchas toneladas de uva todavía por madurar, parece abarcarlas todas.

Más complicado resulta hablar de precios, pues si los vinos (todavía de la pasada campaña) han experimentado un incontestable repunte, todavía está por ver qué parte de ese repunte tendrá su traslación a la uva, y cuál quedará para mostos y vinos. Por lo que sabemos hasta ahora, apenas algo de Valdepeñas, Andalucía y Canarias, son inferiores a los del pasado año. Lógico si tenemos en cuenta que estos vienen fijándose en función del precio al que están los vinos en el momento de iniciarse las vendimias; pero difícilmente explicable si se tiene en cuenta el notable descenso previsto en la cantidad y la sustancial mejora en la calidad.

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¿Normalidad, qué es normalidad?

Aunque son muchos ya los pueblos españoles que han comenzado las tareas de vendimia, hablar de generalización quizá sea un tanto exagerado. No obstante, ya es posible comenzar a sacar algunas conclusiones sobre lo que puede acabar siendo la vendimia 2014/15, marcada por la vuelta a la normalidad de la cantidad y la calidad.

Todo eso suponiendo que alguien pueda definir “normalidad” con algún criterio objetivo y exento de la natural intencionalidad de la defensa de los intereses de quien formule esa definición. Sobre todo considerando el profundo cambio que ha experimentado (que está todavía hoy viviendo) el viñedo en nuestro país, y el sorprendente aumento de la productividad a la que parece nos abocará.

Pero si difícil resulta concretar el término en cuestiones cuantitativas, no les voy a contar lo que puede acabar siendo en las referidas a aspectos cualitativos, mucho más subjetivos y que abarcan un abanico inmenso de posibilidades.

Porque esas posibilidades, esos productos que es posible elaborar partiendo de la uva y que van mucho más allá del mosto o el vino; es otra de las cuestiones que más pronto que tarde tendrá que comenzar a plantearse la Interprofesional del sector vitivinícola español. Ya que coincidirán conmigo en que no es lo mismo cultivar un viñedo cuya producción va destinada a la uva de mesa, que a la vinificación. Pero que tampoco es lo mismo destinar la uva a mosto que a vino. Como no es lo mismo un viñedo para producir un vino para destilar, que uno para colmar las exigencias de los más exquisitos consumidores. Ni las variedades son las mismas, ni los sistemas de cultivo, ni los rendimientos, ni la vinificación, ni nada de nada. Por lo tanto, cuidado cuando hablemos de “normalidad”, porque esta es muy distinta según el destino de la producción.

¿Cuarenta y dos millones de hectolitros son muchos? Pues ni mucho, ni poco. Porque atendiendo al consumo de nuestro mercado interno es cuatro veces lo que necesitamos, y considerando nuestro mercado exterior, un poco menos del doble. Así es que será mucho o poco en función de la capacidad que tengamos de mantener nuestras exportaciones y recuperar nuestro consumo, pero sobre todo, de las necesidades que tengan nuestros principales compradores: Francia, Alemania, Portugal, Reino Unido o Italia, por citar los cinco primeros clientes de nuestro vino y que representan dos tercios de nuestras exportaciones; entre los que se encuentran los principales productores mundiales y cuyo destino no parece que sea el consumo de sus habitantes, sino más bien la reexpedición a otros destinos con sus marcas propias.

Durante la pasada campaña hemos tenido ocasión de reiterarnos en lo que ya sabíamos. Que el mercado exterior es muy rígido y que solo reacciona ante un cambio sustancial de los precios. Que está muy saturado y que para poder vender hay que quitar a alguien antes. Que la calidad es importante, pero que cuando se baja el precio parece no importar tanto. Que somos capaces de elaborar los mejores vinos, pero también de hacer brebajes con los que sonrojarnos. O que la figura del papá Estado, que venga a sacarnos del apuro cuando nos metemos irresponsablemente en él, ha desaparecido y cada vez nos encontramos más en un libre mercado en el que solo vale ser competitivo.

¿Pero somos conscientes de dónde queremos ir, qué producir, cuánto, a qué precio, en cuántas hectáreas, con qué rendimientos, de qué variedades…? Quizá cuando a todas estas y muchas más preguntas se les haya dado respuesta estemos en condiciones de hablar de “normalidad”. Hasta entonces, permítanme que cuestione todas las valoraciones que lo argumentan para valorar sus estimaciones.