Conocidos los términos en los que se ha aprobado la destilación con fines industriales (bioetanol), mediante la cual serán retirados del mercado un volumen de hectólitros suficiente (máximo 4 millones) para mejorar y estabilizar su funcionamiento, solo cabe felicitarnos y confiar en que la medida, y su calendario de aplicación, den los resultados esperados.
De las características de la medida, su puesta en funcionamiento y aquellas otras actuaciones que contempla el acuerdo que ha alcanzado el sector y el Ministerio, y de la que encontrarán bastante detalle en nuestro medio, lo primero que se puede decir es que se trata de una retirada del mercado de una producción que nunca debería haber llegado a él. No por una cuestión de que la producción esté muy por encima de nuestras actuales posibilidades de colocación, que también, sino porque, claramente, su calidad no resulta aceptable.
El estado en el que llegaron las uvas a las tolvas y su vinificación debería servirnos para aprender y tomar buena nota de que: ni todo vale, ni se puede trabajar sin tomar decisiones, por dolorosas que resulten para algunos. Entre otras cosas, porque ahora pagarán justos por pecadores, y viticultores que llevaron uvas sanas a las cooperativas se verán perjudicados por aquellos a los que no deberían haberles dejado descargar.
Cuatro millones de hectolitros no se pueden considerar ni una cantidad que vaya a permitir al mercado recuperar cotizaciones, sobre una cosecha de casi cincuenta y cuatro. Ni sabemos si al final llegará a esa cantidad, ya que su cifra final dependerá de dos parámetros cuantitativos: rendimiento y existencias, pero ninguno cualitativo y que es donde reside una parte muy importante del problema.
Esos vinos y mostos que nunca debieron elaborarse en Castilla-La Mancha, muy posiblemente la única región que se verá afectada, son los que están empujando con fuerza las cotizaciones a la baja, los que están perjudicando la calidad de nuestros elaborados (vinos y mostos) y los que han conseguido que bodegas y cooperativas estén dispuestos a correr con el coste de desprenderse de una cantidad de producción por la que no solo no van a percibir nada, sino que, además, les va a costar pagar la diferencia que haya entre el precio al que esté el bioetanol en su momento y el coste que tenga la destilación.
Pero su instrumentación puede tener algunas otras repercusiones, tales como la venta a cualquier precio (más bajos todavía de los existentes) con tal de que las declaraciones de producción se sitúen por debajo de los márgenes fijados. O que los depósitos sigan sin poder usarse para dar cabida a la nueva cosecha, porque todavía no hayan sido entregados para su quema cuando comience la vendimia. O incluso que productores que de manera individual han contribuido claramente a esta situación, se vean excluidos por razón de la región en la que se encuentran.
Aún con todo, hay que reconocer que se ha adoptado un acuerdo que dice mucho de la corresponsabilidad del sector, que supone un paso adelante muy grande en la consecución de acuerdos que doten de un verdadero sector vitivinícola a nuestro país que permita recuperar el consumo interno, ganar cuota de mercado en el exterior, y elevar el precio de nuestros elaborados.