Aunque los datos del 2013 representan un aumento considerable del volumen de vino importado (+33,7% si se tiene solo en cuenta el vino y +20,9% si se consideran también mostos y vinagres), y todo parece indicar que tal situación encuentra justificación en lo corta que resultó la cosecha del 2012, siendo la categoría de vinos sin indicación de origen ni variedad, la que más volumen concentró con el 62,8% del total de los 1,903 Mhl importados; hay algunos detalles, como pudiera ser crecimiento experimentado del 1692% de los vinos con D.O.P. a granel, que deberían hacernos reflexionar sobre la posibilidad de que nuestro consumo interno vaya internacionalizándose y abriéndose a vinos procedentes de otros países.
Aunque los poco menos de dos millones de hectolitros importados apenas representen un 9,11% de lo exportado, se antoja razón insuficiente la disminución del cinco por ciento de la cosecha para justificar este crecimiento. Parece más lógico pensar en clave de precio y competitividad de nuestros vinos.
Ya hace algún tiempo que políticos y gerentes se han dado cuenta de que el vino puede ser un excelente reclamo de cara a la llegada de nuevos visitantes. Al fin y al cabo somos el tercer país del mundo en turismo y aspiramos a consolidarlo como motor de un modelo económico que hemos tenido que cambiar a marchas forzadas.
Es verdad que el peso del turismo en nuestro Producto Interior Bruto es elevado desde hace muchos años, que siempre ha sido uno de nuestros principales puntales, pero ahora, y ahí es donde está la diferencia, queremos cambiar ese turismo de “chancleta” por un turismo de mayor calidad y valor añadido. Y para eso la gastronomía y de forma muy especial, los vinos, están llamados a jugar un papel muy relevante.
¿Cómo mejorar y avanzar en el conocimiento y la información que tienen quienes nos visitan de nuestras denominaciones de origen, bodegas o marcas?