Dejando a un lado cuestiones patrióticas y políticas, que no son de nuestra incumbencia, era previsible que el conflicto que mantenemos con Gibraltar acabara salpicando a nuestro sector de una forma más o menos directa; y que lo acabara haciendo en el Reino Unido, cuyas repercusiones son mucho más importantes que las que pudieran venir del peñón.
Que el restaurante y vinoteca de Londres Brinkley’s haya retirado de su portafolio el vino Marqués de Riscal (“el vino español más popular y más vendido”, asegura su propietario John Brinkley, el que anima a que los demás establecimientos sigan su ejemplo) puede que no sea más que una anécdota, menos para Marqués de Riscal, claro está. Pero era algo previsible y que nuestros políticos, imagino, habrán valorado oportunamente.
Todo esto en un momento que podríamos calificar como de transcendente para nuestro futuro, ya que las vendimias ya han arrancado y, aunque su generalización deberá esperar al menos, diez o veinte días, que son los que va retrasada con respecto al 2012, sus perspectivas de volumen y calidad no pueden ser mejores. Cuarenta y tres, cuarenta y cinco, millones de hectolitros no se puede decir que sea una mala cosecha en cantidad. Como tampoco el estado sanitario que presenta la uva, tras un año en el que las enfermedades criptogámicas apenas han tenido que ser tratadas, lo que está permitiendo contar con unas uvas en perfectas condiciones sanitarias, que auguran excelentes mostos.
Alegría que no es igualmente extensible a todo el sector cuando hablamos de “posibles” precios de las uvas. Cuestión en la que todos coinciden en señalar que deberá ir a la baja con respecto al año anterior, ante lo “incomprensible” que resulta lo sucedido, especialmente visto cómo ha evolucionado la campaña y lo que está sucediendo con las partidas no retiradas y los contratos incumplidos o renegociados. Pero en la que, a pesar de coincidir en que no es posible volver a los precios ruinosos de hace unos años, nadie acaba de concretar.