Aunque el procedimiento abierto por China contra las bodegas españolas, francesas y alemanas por medidas anti-subvención y anti-dumping sigue generando reacciones en el sector vitivinícola por lo inexplicable del asunto y los altos costes que tendrá para las bodegas hacerle frente; así como (lo que todavía es mucho peor), la obligación de poner a disposición de las autoridades chinas cuestiones tan sensibles como la estructura de coste que tiene cada bodega o su propia cadena de valor, el problema parece estar medianamente encauzado. Las empresas, eso sí, de manera independiente, están afrontándolo inscribiéndose como entidades colaboradoras y cumplimentando los interminables formularios en chino a los que están obligados.
Ahora el problema está en saber cuáles van a ser las repercusiones económicas que esto va a tener en nuestro mercado. Efectivamente, el volumen exportado por España a China, con ser el tercer país exportador, no deja de ser la mitad de lo que ha vendido Francia (setecientos mil hectolitros frente a millón y medio). La cuestión está en que una buena parte de ese vino que ha sido vendido en China como francés era español y que, desde que se abrió este conflicto, las exportaciones al gigante asiático se han paralizado. Con el consiguiente quebranto para aquellas bodegas españolas que encontraban en el país galo la posibilidad de ser salida a una parte importante de su producción.
Lo que no hace sino unirse a otros miedos como son los que parecen haberse apoderado de un mercado en el que a las bodegas les ha entrado un repentino interés por vaciar sus depósitos, con la consiguiente debilitación de los precios y las posibles consecuencias que ello pudiera tener sobre las cotizaciones de las uvas de la próxima cosecha.
Hasta el momento no hay quien se haya atrevido a tantear cuáles podrían ser las horquillas en las que se encontrarían los precios para las diferentes variedades y zonas, lo que no ha evitado que cierto temor se haya extendido entre los viticultores, que cada vez ven más posibilidades de ser los que acaben pagando los excesos en los precios de los vinos que se cometieron al inicio de esta campaña.
Uno de los factores que más van a pesar en este asunto será, sin duda, las existencias y las cotizaciones a las que sean vendidas las próximas partidas, pero no el único. Barajar estimaciones de cosecha que estarían en el entorno de los cuarenta y cinco millones de hectolitros, con una Francia e Italia con producciones también mayores y cercanas a sus necesidades, complica mucho las cosas y ponen a los viticultores a los pies de los caballos.