Claras muestras de agotamiento

La falta de formalidad en algunas operaciones, no todas de escasa trascendencia dado el volumen comprometido, está llevando a muchas de las bodegas, que tan solo hace unos meses se las prometían muy felices, a tener que enfrentarse a un serio problema de existencias de cara a la próxima campaña.

Quizá no podamos (ni sea prudente) decir si el porcentaje será del cinco o del veinte, pero desde Sevi estamos por asegurar que, salvo hecatombe, el volumen será superior al obtenido el pasado año.

Ni cosecha, ni precios, ni operaciones, ni exportaciones; frenan el nerviosismo que parece comenzar a dominar a algunos elaboradores.

Es verdad que en condiciones como las de hace cinco o seis años, el volumen de vino con el que podría iniciarse la campaña 2013/14 no sería preocupante. Pero en la actualidad, con los importantes problemas de liquidez a los que deben hacer frente los compradores, cualquier pequeño soplo en la oreja se convierte en un angustioso problema capaz de originar un tornado de malas noticias en un paciente cuyo estado de salud no pasa por los mejores momentos.

Hasta donde yo me atrevería a decir, ni cuando el precio de los vinos superaba las mil pesetas por hectogrado y las bodegas se negaban a escuchar cualquier oferta que no fuera en esta línea; ni ahora, cuando los tenedores de vino no encuentran quién los atienda y se interese por sus vinos, el volumen lo justificaba. Pero es lo que tiene un sector que está acostumbrado a funcionar por impulsos y que va dando bandazos a tenor de quién “domina” la situación.

Precios y, más que guarismos, posiciones de total intransigencia, como las mantenidas por algunos productores, han llevado a las bodegas exportadoras y envasadoras a situaciones económicas muy comprometidas. Que, en algunos casos, consiguieron soslayar con la importación de países tan atípicos, por lo poco frecuentes de sus exportaciones a España, como Chile o Sudáfrica. Pero que en otros muchos tuvieron que asumir contra su cuenta de resultados o, sencillamente, perder clientes ante la imposibilidad de conseguir tener unos números asumibles.

Les quedan seis meses para compensar esas pérdidas y hacer que los números del ejercicio salgan. Y no parecen dispuestos a perder ese tren.

A lo más a lo que podemos aspirar los que no estamos ni a un lado ni en el otro de este río desbocado y contemplamos la situación desde lo alto de un puente, es a confiar en que el agua no acabe llevándose por delante el puente. Que cada uno aguante la parte del problema que han generado y que todos aprendamos algo de esta situación. Pero lejos de rencores y revanchas.

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