¿Qué más ha de suceder?

Es difícil hablar del sector en tono positivo con los últimos datos de exportación referidos al mes de enero en la mano. Perder un 27,9% del volumen de lo vendido el mismo mes del pasado año, o el 12,0% del interanual, no pueden hacernos sentirnos tranquilos. Por más que el precio medio haya subido un 42,9% y un 25,3% en el anual e interanual respectivamente, situándose en 1,30 euros y 1,25 €/litro. Según los datos facilitados por el OeMV.

Pasar, como hemos pasado de 0,91 €/litro, precio al que vendimos en enero de 2012, a 1,30 solo puede calificarse de espectacular y de muy positivo para el sector, ya que va en la línea de lo que necesitamos: valorizar nuestros vinos y romper esa barrera a la que se enfrentan cotidianamente nuestras bodegas en las operaciones de exportación de encasillamiento en la imagen de vinos de buena calidad pero muy bajo precio. Debiendo soportar (yo calificaría que estoicamente) que el importador les diga que el vino está muy bien, pero que por ese precio sus compradores prefieren los de otros países.

Pero, como casi todo lo que se hace con cambios muy bruscos, como ha sucedido en esta campaña con los precios de las uvas, primero, y del vino, después; puede traernos consecuencias muy negativas para nuestro futuro. Perder volumen de exportación, única salida para nuestras bodegas y vía de colocación de unos excedentes totalmente imposibles de absorber por un mercado interno enclenque puede llegar a suponer tener que enfrentarnos a desorbitados excedentes que nos devuelvan incluso por debajo de los noventa céntimos.

Parece bastante claro que al sector no le quedan muchas alternativas a la unidad y el desarrollo de una política nacional con unos objetivos claros y concisos que nos permitan avanzar juntos, optimizando unos recursos escasos. Aun así, cuestiones que yo no acierto a entender, hacen que cada uno haga la guerra por su cuenta, que se destinen medios y recursos económicos en los mismos países y dirigidos a los mismos colectivos sin la más elemental de las coordinaciones. Y lo que todavía es mucho peor, que no parezca existir ni el más tímido atisbo de cambio para el corto plazo.

Es posible que esta política beneficie a alguna bodega, o alguna denominación de origen, o… ¿quién sabe a quién? Pero, seguro que, a quien no beneficia es al sector: viticultores, bodegas, organizaciones interprofesionales o colectivas.

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