Después de lo que sucedió en enero y vista la situación de los mercados, a bien pocos habrán sorprendido los últimos datos de nuestro comercio exterior, referidos al mes de febrero y hechos públicos días atrás por el Observatorio Español del Mercado del Vino. Y digo poco, pues si en el mes de enero el volumen de nuestras exportaciones disminuía en un 27,9%, en febrero esa caída se situaba en el 15,6% para el total de productos vitícolas (incluyendo mostos y vinagres), elevándose el precio medio hasta 1,37 euros/litro (+33,7%).
Aunque, en mi opinión, el problema no está tanto en lo que sucede con el volumen, valor o precio medio, como en la situación de lo que está pasando destino por destino. Sabemos, porque lo hemos dicho muchas veces y demostrado otras tantas, que una parte importantísima de nuestras exportaciones van a Francia e Italia a granel y sin marca, para ser reexpedidas desee allí a los mercados con sus propias marcas.
Lo que ya no sé si es tan conocido es lo que en algunos de los mercados emergentes está sucediendo con nuestras exportaciones y que, a mi entender, es mucho más preocupante. No nos puede traer al pairo que en Rusia hayamos perdido en lo que llevamos de año (dos meses) el 69,1%, o que en China ese porcentaje sea del casi cincuenta y siete por ciento. Por más que Estados Unidos, destino estrella de nuestros vinos, la pérdida solo represente un cinco por ciento menos.
Vista semejante falta de elasticidad en la curva de demanda, convendría preguntarse por la rentabilidad de nuestro sector. Pues si resulta que cuando el precio de la materia prima hace rentable una explotación, el precio al que se coloca el producto acabado (vino) en el mercado es mal digerido por los compradores que se muestran reacios a pagar semejantes cotizaciones; habrá que plantearse si somos capaces de producir más barato. Y para ello solo se me ocurren dos caminos: o bajamos los costes, a saber, tratamientos, cuidados del viñedo, vendimia,… y poco más; o aumentamos la producción para que en ratio disminuya. ¿Es posible?
Lo que me lleva de cabeza a dos asuntos de gran relevancia, por un lado la insuficiente asistencia al 8º Encuentro Enológico que organizó la Fundación para la Cultura del Vino y que tenía por objeto analizar la mejora de la rentabilidad de los cultivos mediante la viticultura de precisión, ya que la sala tendría que haber estado abarrotada, resultando insuficientes el más de un centenar de asistentes.
Y el otro, y más importante en el plazo inmediato, la importante bajada de temperaturas que hemos padecido durante el pasado fin de semana, que viene a suponer un nuevo quebradero de cabeza para nuestros viticultores.