Sin querer levantar los pies del suelo y aún siendo consciente de que con cerca de seis millones de parados, cualquier cosa que suceda es insuficiente; la economía española comienza a presentar signos evidentes de mejoría.
Hemos contado con unos precios que, cuanto menos se han duplicado y conseguido que las repercusiones en nuestro mercado exterior y consumo interno se minimicen. Hemos logrado que nuestras bodegas sigan apostando por desarrollar los planes de inversión en terceros países hasta conseguir que tanto la Unión Europea como el Estado español acepten la posibilidad de seguir permitiendo utilizar sus recursos en aquellos países objeto de los planes anteriores. Hemos podido reconvertir una situación agónica, en un sector con futuro.
No basta con haber resistido, ahora hay que estar preparados para cuando este momento llegue, cuando haya que apostar de forma decidida por la consolidación de los mercados exteriores y la recuperación del consumo interno; por la mejora del valor añadido de nuestros vinos y la percepción que los consumidores tienen de ellos.
Si esto es así, dentro de poco volveremos a ver a bodegueros y viticultores apostar por el futuro, mejorar sus equipos e invertir en incrementar su cuota de mercado. Es muy probable que las cotizaciones de nuestros vinos bajen y se ajusten algo más a su verdadero precio pero, y esto es mucho más importante, habremos conseguido ganarle unos céntimos de euro haciendo más rentable el sector para todos sus colectivos integrantes. Ya solo faltaría que de una vez se invirtiera en base a un Plan Estratégico sectorial, en el que todas las partes se vieran involucradas y retribuidas. Pero para eso creo que he llegado tarde, que los Reyes Magos ya llegaron hace poco más de diez días.