Publicados los datos de consumo en el hogar en 2014 por parte del Ministerio, ya podemos asegurar con total certeza que el vino en España no consigue levantar cabeza. Ya que para encontrarnos con el único dato positivo, deberíamos irnos al del precio medio por litro de vino que pasa de 2,31 a 2,35 euros, lo que representa un aumento del 1,73%. En un año en el que la tasa de inflación en España cerró, por primera vez en su historia, en un menos uno por ciento. Situándose el consumo en los hogares durante 2014 en 9,85 litros por persona.
Datos que no hacen sino confirmar el grave problema al que viene enfrentándose el sector desde hace lustros y que no acaba de encontrar la forma de abordar y comenzar a recuperar una pequeña parte de los muchos millones de litros que se ha ido dejando en esa especie de mentira sobre la que nos gusta analizar el problema. Y que no es otra que engañarnos diciendo que consumimos menos, pero mejor. Justificándolo con la traslación que se ha producido en el consumo de vinos de baja calidad y poco precio, hacia otros de mayor valor añadido y más alta calidad.
Y aunque sería interesante poder saber cuál ha sido la cantidad de ese vino que hemos dejado de consumir en los hogares y lo hemos hecho en la restauración, la falta de estadísticas oficiales nos impide poder hacerlo y debemos conformarnos con estimaciones basadas en los datos procedentes de los balances vitivinícolas. Total para acabar concluyendo que seguimos perdiendo consumo y que las muestras de recuperación de la actividad en el canal Horeca apenas resultan significativas en el vino.
Todo esto tiene algo de positivo y es que el sector, en su conjunto, parece haber asumido la existencia de un problema con el consumo de vino, en el perfil de su cliente y en la forma de poder atraer su atención para una posible recuperación. De momento, no es que es que sea suficiente para que las bodegas puedan dejar de centrar sus esfuerzos en el mercado exterior como única tabla de salvación de sus negocios. O que las bodegas hayan tomado conciencia de la necesidad de cambiar algunas cosas tan importantes como las características de sus elaborados, su presentación, envases o tamaños con los que ofertan sus vinos a un consumidor que ha evolucionado en los últimos años sustancialmente. Pero se van dando pequeños pasos en esta dirección, lo que es mucho más de lo que hacíamos apenas unos años atrás, cuando ni tan siquiera muchas bodegas asumían la necesidad de cambiar algo su forma de trabajar.
La Organización Interprofesional dio un paso al frente cuando entre sus principales objetivos (y el más urgente) señalaba la recuperación del mercado interior. Su concreción y puesta en marcha sigue sin traspasar la barrera de un conjunto de buenas intenciones para concretarse en medidas y un calendario. Pero se trabaja en ello y se van adoptando compromisos encaminados a conseguir los fondos con los que poder poner en marcha esta necesaria campaña.
Obviando cuestiones tan importantes como pudiera ser por qué no se van desarrollando planes que permitieran poder ir avanzando en la discusión de las medidas de información y promoción a adoptar con los fondos procedentes de la extensión de norma que pretende tener consensuada antes de agosto con el fin de poder aplicarla en la próxima campaña; asumir la necesidad y urgencia en este asunto, ya es un paso muy importante.
Pero no el único, ya que otro de los objetivos planteados por la OIVE es el de poder contar para la próxima vendimia con un contrato-tipo homologado, de adscripción voluntaria, que permita clarificar y dar transparencia a las relaciones contractuales entre las partes.
Entre los enemigos del vino, es decir, «informadores» de dietas que dicen no ser conveniente, o incluso que es malsano, o las vigilancias de tráfico que hace tener exageradas precauciones incluso a quienes sólo bebemos una copa o copa y media durante la cena en el restaurante, mas la desaparición de la «mesa familiar», en la que el padre, quien bebía una o dos copas y en la mesa podía comentar acerca del vino explicando que ha de ser bebido moderadamente, y que no es así perjudicial sino incluso conveniente,… más el peculiar y subjetivo vocabulario que, conveniente quizás para enólogos y sumilleres, aleja sin embargo al consumidor (así me lo confesaron 10 ó 12 de los jóvenes que asistieron a un Curso de Verano de la Universidad Complutense en Almería que dirigí en 1992 («El Vino: España y América 500 años»), desde 1971/72, cuando yo empezaba mis «Guías Gastronómicas Sol», y se consumían unos 75 litros per capita al año, hasta ahora que, pese al la visita de 65.000.000 de turistas, no pasamos de los 16 ó 18 (si llegan), la verdad es que, como dice Manjón, por desgracias parece ya un problema asumido. Ninguno de quienes podrían hacerlo invierte su profesión, su práctica y su imaginación para solucionar ese grave problema que hace que nuestro vino esté en los mercados internacionales a un precio que no pasa de 1,20€/litro. Algún líder debiera promocionarlo tan eficazmente como hizo Jesús en su famoso brindis en la Última Cena.
You’ve really imreesspd me with that answer!