Como casi todo lo que tiene que ver con la política, especialmente la europea, las cosas nunca acaban saliendo del todo bien. Efectivamente, y por ello debemos felicitarnos, ya que era lo que más perjuicio podía suponer para un sector que requiere de grandes esfuerzos en comunicación, educación y difusión de la cultura vitivinícola; será posible seguir recibiendo fondos para las medidas de promoción, tanto las referidas a las de información sobre consumo moderado y el sistema de I.G.P. de nuestros vinos, como para las de terceros países.
Para ello ha sido necesario enmendar la propuesta de resolución presentada por el Comité de Medio Ambiente, Salud y Seguridad Alimentaria de la Eurocámara, que promovía la imposibilidad de realizar cualquier tipo de promoción con fondos europeos. Reconociendo “que no todo el consumo de alcohol tiene las mismas consecuencias, ya que depende en gran medida de los hábitos de consumo, y en particular de los productos que se consumen y de cómo se consumen…”.
Pero como nada puede ser perfecto, el Parlamento Europeo ha encargado a la Comisión que antes de finalizar 2016 realice una propuesta para que en el etiquetado de las bebidas alcohólicas se incluya información sobre su contenido calórico y el riesgo que plantea su consumo para las mujeres embarazadas y conductores.
Considerando que el primer defensor de un consumo moderado e inteligente es el propio sector, los inconvenientes que esto genera no van más allá de los estrictamente técnicos y estéticos. Pues teniendo en cuenta la cantidad de información que debe figurar en el etiquetado y los numerosos pictogramas que las bodegas pueden utilizar en la identificación de sus vinos (D.O.P., ecológico, huella de carbono, huella hídrica, reciclado, viticultura sostenible, certificación, alérgenos…) las etiquetas y contras deberán someterse a profundos cambios, y el consumidor entenderá todavía menos lo que le quieren decir.