Que el consumo de vino ha cambiado mucho en España (pero no menos que en el resto del mundo) es fácil de comprobar a poco que se miren las estadísticas que periódicamente van publicándose. Que los mercados cada vez son más globalizados y que lo producido en un punto del mundo, especialmente Europa donde se concentran más de dos terceras partes de la producción mundial, es consumido al otro extremo (Estados Unidos ya es el primer país del mundo por consumo de vino) debe resultar tan evidente como lo del consumo.
Como no debería ser menos obvio que la necesidad es lo que ha llevado a nuestras bodegas a salir más allá de nuestras fronteras para vender unos vinos que antes les venían a comprar, como vienen demostrando las estadísticas de exportación desde hace ya muchos años.
Captar al consumidor americano, japonés, ruso o chino, se ha convertido en objetivo prioritario de cualquier bodeguero. Incluso de quienes tienen el poder de insuflar dinero al sector mediante las ayudas a la promoción; que bajo esta premisa idearon unos planes de promoción que dejaban fuera de ellas a los países de la Unión Europea.
¿Pero cómo hacerlo? La competencia es feroz, las dificultades para llegar directamente al consumidor, extraordinarias; y la concentración de la distribución en algunos de esos países es tan aplastante que hace prácticamente imposible acceder a ellos si no es con un gran esfuerzo de tiempo y dinero.
Buscar alguna forma de destacar, de sobresalir, de mostrarse diferente a los demás…, de ser original, parece la única manera de conseguir atraer la atención de los compradores. ¿Se es diferente elaborando los mismos vinos que a miles de kilómetros? Pues parece que no, y que potenciar las variedades autóctonas y, cuando menos, alcanzar la identificación variedad/país, es un requisito indispensable.
Ahora bien, que nadie intente aprovechar este argumento para justificar que las variedades internacionales, muchas de ellas reconocidas en nuestro país como “mejorantes”, no debieran emplearse o autorizarse por las Denominaciones de Origen. Los mercados son muy grandes y los consumidores muy diversos y la forma de llegar a ellos debe ir acorde a sus características y a nuestras posibilidades.
Los hay que menosprecian los concursos de vinos, otros tildan las guías como “prescindibles”, e incluso hay quienes se atreven a calificar las ferias del sector como un modelo desfasado de negocio. Pues bien, creo que se equivocan. Todas son herramientas mediante las que llegar al comprador, y todas ellas útiles en función de mi producto y tipo de consumidor al que me quiero dirigir.
Tal como dices, se debe buscar alguna forma de destacar, de sobresalir, de ser diferente de los demás y que por lo menos se debe alcanzar la identificación variedad/país.
Pues hace años que estoy preguntando por qué todavía se producen vinos afrancesados en España y nadie me lo explica. ¿Lo puedes preguntar tu?
España protestó porque Chipre imitaba el Jerez. Me sorprende que Francia no proteste por nuestras imitaciones de Champagne y otros vinos franceses.