Es lo suficiente evidente, tanto como para no dejar ningún lugar a la duda, que tan solo el mercado exterior es capaz de hacer sostenible el sector vitivinícola español. Ni tradiciones, ni culturas, por más que se empeñen algunos en señalar a nuestro país o sus ciudadanos como emblema de la vitivinicultura mundial. Ni consumo, ni negocio; que apenas permiten a las bodegas (aquí siempre hablamos en términos generales, que para excepciones ya tenemos cada uno las nuestras), hacen viables ni la viticultura, ni las bodegas. Incluso en aquellos casos en los que hay fuertes cuestiones medioambientales o de arraigo de la población; tampoco en estos casos es posible mantener que la vitivinicultura actúa suficientemente para ello.
Esto no es nuevo de este año. Ni tan si quiera de esta OCM, o de las anteriores. Es más una cuestión antropológica, que debemos llevar muy adentro, ya que nunca hemos sido capaces de valorizar suficientemente nuestros vinos, más allá de tipologías o zonas muy concretas en las que han sido otros los que lo han hecho. Británicos en Jerez, franceses en Rioja, o suizos e italianos en Valencia; y poco más. Son los únicos que, a lo largo de nuestra historia han encontrado en España un verdadero vergel vitícola capaz de elaborar productos de interés para sus mercados.
Hoy, muchas décadas después, se podría decir que seguimos igual. Hemos aprendido poco y seguimos dependiendo de los demás para mantener a duras penas un sector que paga ruinosamente la uva a sus viticultores y vende sus vinos a los precios más baratos de cualquier otro país productor (aunque haya campañas excepcionales en las que esto no sea así).
Congratularnos de esto, más que motivo de alegría sería resaltar una evidencia, y si queremos sentirnos orgullosos por algo debería ser del ejemplo de algunas bodegas españolas, que son capaces de valorizar sus vinos en los mercados exteriores… y en los interiores.
Porque yo me pregunto: ¿conocen alguna bodega que venda sus vinos en el mercado exterior a un buen precio y lo haga en los niveles más bajos de la cadena en el mercado nacional? ¿Verdad que quién vende bien fuera, lo hace, también, bien dentro?
Pues entonces, yo le agradecería al ministro que, en lugar de sentirse orgulloso porque nuestras bodegas sean una pieza importante en el saldo comercial de nuestra balanza de pagos, se preocupara también porque esos ímprobos esfuerzos que dedican al mercado exterior lo pudieran hacer en el interior, con más información y formación a los consumidores, única vía para atraer un consumo de copa y sorbo que sustituya a un consumo alimenticio perdido.
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