Desde el mismo sector vitivinícola sabemos que el Vino ha dejado de ser un producto de consumo diario y que su recuperación, al menos en el corto y medio plazo, resulta totalmente utópico. Aunque, con tanta claridad como esto, sabemos que el Vino es un producto hedonista y social con una altísima carga emocional. Lo que nos lleva a pensar que el futuro consumo no pasa tanto por las cualidades alimenticias o saludables que nos proporciona una botella de vino, como en el placer sensorial que sea capaz de transmitirnos cada copa.
Esto, que ha sido bien entendido por elaboradores de otras bebidas o de los mismos elaboradores vinícolas de otros países productores; en España no hemos sabido, o podido (porque aquí hay opiniones para todos los gustos) hacerlo con nuestros vinos. Y, por una cosa o por otra, hemos seguido empeñados en machacar al consumidor con las notas de cata, mucho más cerca de las características organolépticas del vino, para lo es necesaria una preparación que nuestros consumidores no tienen, que con las sensaciones placenteras y de disfrute que nos proporciona su consumo.
Ahora, la Unión Europa en su nueva política de promoción dentro de su territorio tiene previsto limitar las campañas a aquellas que estén asociadas a un producto agrícola o alimentario, ya que su inclusión en la política anti-alcohol comunitaria, junto con bebidas de alta graduación impedirá cualquier campaña que no esté dirigida a informar sobre los sistemas de calidad.
Esto, que desde el punto de vista de la concepción alimenticia del vino que defendemos desde el sector es un palo en la rueda de nuestra aspiraciones, es posible que acabe convirtiéndose en un aspecto positivo que termine poniéndonos las pilas y nos haga considerar, de una vez por todas, que al igual que los momentos de consumo han cambiado, también lo han hecho los consumidores, los mensajes y los medios por los que llegar a los clientes.