Con ser importante el volumen de cosecha al que nos enfrentamos (algunos lo sitúan incluso por encima de los cincuenta millones de hectolitros), y dejando a un lado sentimientos patrios de convertirnos en el primer país productor del mundo (lo que no lleva más que a tener un problema mayor del que ya teníamos cuando éramos los terceros); conocer la producción a la que nos enfrentamos esta campaña, sin duda, ayudará a estabilizar los precios de un mercado que anda bastante preocupado por lo mucho producido y lo poco que hay vendido hasta ahora.
Aún con todo y con eso, no creo que sea ni la producción, ni los precios, ni los compradores el mayor problema al que el sector vitivinícola español se enfrenta, y sí el del desconocimiento sobre cuáles han sido las verdaderas razones que nos han llevado a esta histórica cosecha.
Hablar de cincuenta millones de hectolitros como los que obtuvimos en la campaña 2004, con una superficie de viñedo de un millón ciento cincuenta mil hectáreas, podría parecer incluso una producción corta si tenemos en consideración que el rendimiento medio obtenido fue de poco menos de cinco mil novecientos kilos por hectárea. Y bastante menos si tenemos en cuenta que este año muy posiblemente superemos los siete mil quinientos de media.
¿Dónde está nuestro potencial de cultivo?
Pues eso me pregunto yo, porque desde el Magrama lo único que han hecho ha sido elaborar dos estudios, uno sobre la aplicación de la reestructuración y reconversión en España y otro sobre el potencial de (superficie) de producción (de los que encontrarán amplios artículos en la revista); pero ninguno que aborde el verdadero problema, que es saber cuál es nuestro potencial de producción de uva y vino.