Gracias al Infovi, el sector dispone de una información estadística actualizada y desglosada. Datos que permiten adoptar medidas y planificar campañas con cierto criterio. Y, aunque esto no ha impedido que las cosas en los mercados no hayan mejorado y los problemas para comercializar la producción sigan siendo muchos, ha supuesto un paso adelante muy importante. Asunto en el que el Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) ha desarrollado y, seguirá haciéndolo, un papel fundamental en todo lo relacionado con el análisis de datos.
En otros temas, como los relacionados con la cosecha y sus estimaciones, aunque siguen pendientes de herramientas que incrementen su operatividad, lo cierto es que el avance de producción elaborado por el Ministerio de Agricultura ha mejorado mucho. O al menos, sus datos (bastante más ágiles ahora en el tiempo) han estado mucho más acordes a los de otros organismos que, sin la relevancia del Ministerio, elaboran sus previsiones con cierta fiabilidad y un nivel de acierto más que aceptable.
Y, aunque estoy convencido de que esta cuestión de análisis estadístico y previsiones tiene que dar un cambio radical cuando se complemente con la Inteligencia Artificial, hasta el momento, para saber lo que está sucediendo y lo que pudiera suceder en el corto y medio plazo habrá que seguir contando con un alto grado de intuición.
Una creencia que no podemos decir que sea muy alentadora, pues no hay colectivo relacionado con el sector vitivinícola que no pronostique tiempos complicados para una bebida que no sólo encuentra importantes problemas en su consumo, sino que cada vez aglutina más operadores y exige cambios propios de sectores industriales cuando se trata de una actividad agrícola.
Hablar de traslaciones en el consumo de vino tinto hacia el blanco, preferencias por menores graduaciones o características más frescas y fáciles, pero sin olvidar la atractiva complejidad de una crianza; pudiera ser alcanzable si habláramos de una fabricación. Pero estamos hablando de un cultivo que debe superar, al menos tres años, para obtener su primer racimo viable y esperar, en determinados casos, por encima de los diez para que tenga cierto grado de calidad. Cuyas elaboraciones están sujetas a factores intrínsecos de las características con las que llega la uva a la bodega. Una uva que, por si no fuera ya bastante complicado, cada vez está viéndose más afectada por las consecuencias de un Cambio Climático que igual nos hace enfrentarnos a largos y profundos periodos de severa sequía, como a episodios en los que en un día cae más del doble de lo que lo hacía en un año; provocando graves inundaciones como las recientemente ocurridas.