Aunque no vayamos a ser nosotros, los que conformamos el sector vitivinícola, quienes pongamos ni un solo “pero” a la actitud de la Comisión Europea. No deja de ser sorprendente esta especie de juego del palo y la zanahoria al que nos tienen acostumbrados.
Por un lado, nos apoyan y dotan de fichas financieras con las que apuntalar al sector y mejorar su comercialización. Y, por otro, nos amenazan con etiquetados “warning” (advertencias sanitarias), señalando lo perjudicial que resulta el consumo de vino o la posibilidad de aumentar el tipo del impuesto al que está sujeto el vino…
Esta semana ha tocado la zanahoria. Así la Comisión Europea acaba de anunciar que, durante el próximo mes de septiembre, reunirá a los representantes de los Estados Miembros, junto con aquellas organizaciones que estuviesen interesadas, a fin de analizar la situación y las perspectivas del sector vitivinícola de la UE.
Este Grupo de Alto nivel sobre Política Vitivinícola, que fuera creado el 27 de mayo, como respuesta a las protestas de los viticultores europeos, tiene el objetivo de convertirse en un foro en el que abordar los desafíos a los que se enfrenta el sector (y posibles soluciones) y del que obtener conclusiones y recomendaciones bajo las que desarrollar las futuras políticas vitivinícolas.
Con él se reconoce al sector como uno de los pilares de su patrimonio cultural, así como la importancia que tiene su contribución económica para la sociedad en muchas zonas rurales.
Los cambios sociales y demográficos están afectando a la cantidad, encontrándonos en su nivel más bajo de las últimas tres décadas; así como a los tipos de vino consumidos. Viéndose reemplazados los vinos tintos por otros más frescos y ligeros, o incluso por otras bebidas que se adaptan más fácilmente a los nuevos gustos.
Los mercados de exportación tradicionales de los vinos de la UE se ven también afectados por una combinación de factores geopolíticos y de menor consumo, lo que da lugar a patrones de importación más erráticos por parte de terceros países.
Además, la CE considera que la producción vitivinícola se está volviendo “impredecible”, dada la extrema vulnerabilidad de este sector frente al cambio climático y, en este sentido, está trabajando con los Estados Miembros para ayudar al sector vitivinícola a adaptarse a estas nuevas y complejas realidades.