Con más o menos acierto, eso sólo lo sabremos con el paso del tiempo, el Ministerio de Agricultura ha aclarado cualquier duda sobre la posibilidad de abrir una destilación de crisis.
Las razones expuestas para negarse a poner en marcha el mecanismo solicitado por las Cooperativas vitivinícolas españolas son dos. Un volumen de existencias que califica como dentro de lo “normal” y una pertinaz sequía que está poniendo en peligro la próxima cosecha.
Sobre la sequía. Es incuestionable que estamos viviendo un momento muy delicado. Pues si bien en algunas cuencas como las del norte, la situación se aproxima bastante a lo que sería su pluviometría habitual. A nivel nacional son pocos los milímetros cúbicos que han caído en lo que llevamos de campaña, dándose por perdidas cosechas enteras de cereales y poniéndose en serio peligro la de cultivos leñosos, entre los que se encuentra la viña.
Algo más complicado resulta justificar si el volumen de las existencias con el que actualmente está enfrentándose el sector es o no preocupante y debiera ser objeto de una medida dirigida a ajustarlo a las necesidades del mercado.
Primero, porque su adecuación dependerá de las necesidades que tenga el mercado, o, dicho de otra manera, del volumen que seamos capaces de exportar y consumir en el mercado nacional. Un futurible que, si bien todos los expertos coinciden en calificar de pesimista ante la guerra en Ucrania y las fuertes tensiones inflacionistas con sus numerosas derivas de subida de precios de los bienes básicos, la reducción de la renta disponible, el aumento de tipos, las restricciones en el crédito… sus efectos sobre otros indicadores de gasto relacionados con bienes no básicos como pudieran ser viajes o presupuestos para vacaciones, no sólo no están viéndose afectados sino que prácticamente se han recuperado a niveles prepandémicos.
Que en febrero los stocks hayan bajado un 5’58% (3,18 Mhl) y su volumen sea de 54’16 Mhl dice muy poco o nada. De hecho, ni uno sólo de los últimos doce meses de los que disponemos de información, febrero 2023 a marzo 2022, hay un volumen mayor que el mismo del año anterior.
Solo La Rioja y Galicia presentan volúmenes de vino superiores a los de hace un año durante estos últimos doce meses. Si bien es verdad que Extremadura es la que registra mayores aumentos (por encima del 30%) en todos los meses desde que se contase con los nuevos vinos de la campaña 22/23, allá por el mes de septiembre.
¿Motivo suficiente para abrir una destilación de crisis a nivel nacional? Parece que, de momento, no.
Algo parecido a lo que está sucediendo con el consumo en el mercado interior, cuyo único indicador disponible, el consumo aparente, parece haber tocado fondo en los nueve millones y medio de hectolitros. Con muy escaso recorrido hasta el más bajo de la serie histórica, alcanzado en febrero del 2021, cuando se rozaron los nueve millones (8’8).
Saber lo que sucederá con las exportaciones resulta mucho más complicado, pues no sólo es una cuestión de cuál sea el precio al que queremos vender, sino también la evolución del consumo mundial y el papel de commodity que desempeñan nuestros vinos en ese contexto.